10.1.11

"No vine con la idea de forrarme, sino para vivir mejor"

Esta joven argentina de origen checo y polaco llegó al País Vasco hace tres años. «Aquí se conservan valores muy importantes y es un buen lugar para vivir»

El abuelo de Laura Omielczuc emigró a Argentina cuando tenía diez años. El hombre, todavía niño, pertenecía a una familia de campesinos polacos que se había trasladado a Ucrania para ganarse la vida en la tierra. No sabía que, en esa época, ser agricultor equivalía a buscarse la muerte. Los intentos de Stalin por imponer la agricultura soviética colectivizada, los fusilamientos en masa de la población y la hambruna provocada para persuadir a la gente a claudicar derivaron en el genocidio de 1932 y empujaron a la familia a escapar. A diferencia de unos siete millones de ucranianos, tuvieron suerte. Salieron indemnes de la atrocidad que hoy se conoce como Holodomor.

«Santa Fe es un lugar que recibió mucha inmigración de Europa del Este, especialmente al comienzo del siglo XX», explica Laura en una cafetería de Deusto. Un detalle más en su relato ayuda a verlo con claridad. «Mis abuelos se conocieron y se casaron en Argentina pero mi abuela también tenía origen europeo. Era hija de un matrimonio checo». Al igual que ocurre hoy en las aulas de Euskadi, Laura fue a una escuela donde existía una gran variedad cultural. «Era una escuela rural, porque yo me crié en una zona de campo -aclara-, pero, a pesar de estar en un rincón de Argentina, tenía amigos de diferentes procedencias y orígenes. La mezcla de nacionalidades y costumbres que había en mi casa no era nada extraño en ese contexto», apostilla. Y, tratándose de una familia de emigrantes, tampoco resultó extraño que ella misma decidiera emigrar.

«Llegué aquí hace tres años. En Argentina estudiaba Derecho y también trabajaba, pero la situación era regular. Mi novio y yo trabajábamos de lunes a sábado y, aun así, casi no llegábamos a fin de mes. No veíamos posibilidades de futuro porque nuestros padres no podían apoyarnos económicamente», argumenta. Así las cosas, él -que proviene de una familia de origen italiano- tomó la iniciativa de probar suerte de este lado del Atlántico. Poco después, ella siguió sus pasos.

De Bilbao tenía referencias porque su madre nació en un pueblo argentino donde «la influencia vasca es impresionante. Para que te hagas una idea -afirma-, a ella la bautizaron en una iglesia llamada Arantzazu y el año pasado, con los festejos del bicentenario del país, hubo dantzaris que bailaron el aurresku». Eso sí, Laura aclara que no tenía en mente «ese idilio típico de que en Europa se gana dinero con facilidad. No viajé pensando que me iba a forrar -relata-. Más bien vine con la mentalidad de la experiencia. Por supuesto, conseguir trabajo y vivir mejor era un objetivo y una necesidad primordial, pero yo tenía claro que eso nos iba a costar y que lo importante era hacer el intento y aprender cosas en el proceso».

Estilo de vida
Laura consiguió trabajo en una tienda de abalorios. Allí pudo poner en práctica sus conocimientos en artesanía y compartirlos, ya que también daba algunas clases. «En Argentina trabajaba mucho con plata, cuero y piedras semipreciosas, pero aquí también aprendí a diseñar bisutería con otras técnicas y elementos, como el enfilado de perlas. Me gusta mucho crear adornos y enseñar a otras personas el manejo de las herramientas, aunque yo casi nunca llevo pulseras, collares ni anillos», confiesa.

Otra cosa que le gustan son los deportes y, de hecho, aquí practica fútbol sala. «Me gusta que en Euskadi haya afición por el ejercicio; salir a caminar y ver que la gente rema en la ría. Me encanta el estilo de vida y los valores que se manejan aquí, donde las personas son honestas en general, muy nobles y trabajadoras. Pero lo que más me llama la atención es cómo cuidan las costumbres. Quizá porque mis padres son folcloristas, valoro mucho que los vascos mantengan sus tradiciones Creo que es un buen ambiente para vivir», concluye.

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