27.9.10

"Ahora que soy más grande, prefiero los temas de amor"

Gustavo Reyes, 'El Charrito', llegó hace dos años a Euskadi y sólo es un niño, pero sabe bien lo que quiere: le gustaría cantar como Julio Iglesias



Para quienes han seguido el programa 'Cántame una canción', sobran las presentaciones. Más de una vez lo habrán visto actuar; en ocasiones, junto a grandes artistas. Para quienes se hayan perdido esa propuesta televisiva, aquí van unos datos de arranque: se llama Gustavo Reyes, acaba de cumplir once años, es dueño de una voz sorprendente y, desde que llegó a España, ha compartido escenario con personajes como Tamara y Joselito, entre otros.

«¿Vienes sola?», pregunta con un gesto de sorpresa. «Yo creía que para hacer la entrevista iba a venir mucha gente. Estaba un poco nervioso -confiesa-, pero ya no». Sentado en el salón de su casa y acompañado por sus padres, Sara y José, Gustavo da comienzo a una charla que durará dos horas e incluirá un pequeño concierto privado, entre la mesa y el sofá. ¿Las canciones elegidas? 'Mi viejo San Juan' y 'Recuerdos de Ypacaraí', dos temas que resuenan en su garganta e inundan la habitación. La voz de Gustavo Reyes no pasa desapercibida.
«Me crié con las rancheras pero, ahora que soy más grande, prefiero los temas de amor», explica Gustavo, que la semana pasada celebró su cumpleaños. Señala que su «primera referencia» musical es Julio Iglesias, «porque tiene unas canciones románticas muy buenas», aunque también le gustan mucho «los cambios de tono de Camilo Sesto». Al escucharlo hablar, por momentos, cuesta creer que sea un niño.
«Es que llevo muchos años cantando -indica-. ¿Y sabes qué? Todavía me pongo nervioso cuando voy a salir a un escenario. Cada vez es como la primera, por eso respiro hondo y cierro los ojos. La gente dice que no se me notan los nervios, pero yo sí me doy cuenta; siempre me tiembla aquí», describe señalándose la barbilla.

Sus preferencias musicales son las mismas que las de su abuela, que admiraba tanto a Julio Iglesias, Camilo Sesto y Joselito, que decidió bautizar así a sus tres hijos. «Yo no me llamo José, sino Joselito, en diminutivo», tercia el padre de Gustavo, que comparte con su hijo el gusto por la música. «Cuando vivíamos en Bolivia, yo cantaba en el coro de la universidad. Y Gustavo, desde muy pequeñito, disfrutaba cantando conmigo». Aún hoy, lejos de casa, mantienen esa afición.
De Santa Cruz a Astrabudua
Gustavo se marchó de Santa Cruz junto a sus padres que, como muchos otros bolivianos, decidieron emigrar para forjarse un futuro mejor. «Allí no hay economía de proyección, sino de subsistencia -dice José-. Por eso nos fuimos hace cuatro años». Al País Vasco llegaron hace dos, tras pasar una temporada en Madrid y otra en un pequeño pueblo manchego. Desde entonces, viven en Erandio, aunque han recorrido varias ciudades con Gustavo.
En estos años, 'El Charrito' ha conocido varios platós de televisión y a varias estrellas. Compartió escenario con Shaila Durcal en Sevilla y, para gusto de su abuela, cantó con Joselito en Toledo. «Mira, aquí tengo unas fotos con ellos. ¡Me las han firmado y todo!», dice enseñando el álbum con orgullo. Después, sus dedos ágiles recorren el ordenador portátil y el mando a distancia del televisor. «Aquí tengo todos los vídeos de mis actuaciones», explica. Lo que no tiene, porque no quedó registrado, es un vídeo de su encuentro con David Bisbal. «Lo conocí en los pasillos de un plató. Iba al baño, lo encontré ahí y me dijo: 'Eh, tú, algún día tenemos que cantar juntos'. Es muy simpático».
Su biografía es tan intensa que genera incredulidad. «Al principio, cuando decía que era cantante, mis compañeros del cole no me creían. Tuve que mostrarles los vídeos para que me creyeran», cuenta Gustavo. «Y una vez -agrega-, la maestra puso uno de mis vídeos en la pantalla que tenemos en el aula». A propósito de la escuela, su padre insiste en que la formación académica es crucial. «Muchas veces se estigmatiza a los niños artistas; se los percibe como muñecos rotos. Gustavito tiene mucho talento, pero no por eso dejará de estudiar», concluye.

20.9.10

"Si tienes miedo a los cambios, te estancas y no puedes avanzar"

Tras vivir seis años en Estados Unidos y casi dos en Euskadi, este técnico uruguayo regresa a su país para reencontrar un viejo amor de juventud



Es uruguayo, tiene 33 años y ha pasado la cuarta parte de su vida lejos de su tierra. Ulises Chávez emigró en 2002, cuando una profunda crisis económica hizo estragos en su país y dejó sin empleo al 17% de la población. «No había trabajo ni perspectivas de una recuperación a corto plazo, así que decidí probar suerte en el extranjero, como tantas otras personas», resume al comenzar la entrevista.

Eligió Estados Unidos como destino; concretamente, Dover, un pueblo de Nueva Jersey. «Tenía un amigo viviendo allí y, además, había una comunidad bastante grande de uruguayos. Como viajaba solo e iba casi con lo puesto, pensé que sería más fácil empezar en un lugar donde hubiera alguien conocido que me pudiera orientar un poco», relata. Y acertó. Dos días después de llegar, ya estaba trabajando.
«Comencé como pintor y, poco a poco, me vinculé al sector de la construcción, que es muy diferente al de aquí. La empresa donde trabajaba se dedicaba únicamente a montar los esqueletos de las casas. Toda la estructura se hacía con madera, con medidas preestablecidas y procesos pautados. Me sorprendió mucho la rapidez y la facilidad con las que allí se construyen las viviendas», explica.

Además del modo de trabajar, otra cosa que le sorprendió a Ulises fue la sociedad estadounidense, la gente. «Desde fuera, hay sutilezas que no se perciben. Uno tiende a pensar, por ejemplo, que la política exterior del país es un reflejo fiel de la opinión pública, pero no es así. De hecho, a pesar de que había diferencias culturales y lingüísticas, yo tenía más afinidad con las personas de allí que con las de origen latino».
Ulises también descubrió que los moteros «no son esos inadaptados sociales que se ven en las películas, sino gente normal que, entre semana, va a trabajar de traje y corbata». Le gusta usar ese ejemplo para hablar de los estereotipos pues, como dice, los seis años que vivió en Estados Unidos le enseñaron a «ser más abierto y no creer ciegamente lo que muestra la televisión».
Pero la experiencia le hizo ver también que, además del trabajo, hay otras cosas importantes en la vida. «Seis años es mucho tiempo para estar lejos y solo -dice-. Empecé a echar de menos a mi familia y amigos, y decidí volver a Uruguay una temporada». Tras pasar cuatro meses con los suyos, Ulises volvió a emigrar. Esta vez, hacia Europa.
«Empezar desde cero»
«Estuve en Italia, en Francia y, finalmente, llegué a Albacete, donde viven mi madre y mi hermana. Fue bueno reencontrarme con ellas después de tantos años, aunque sólo estuve allí unas semanas. No me quería quedar indefinidamente ni tampoco convertirme en una carga», confiesa. En ese momento, una amiga le habló de Bilbao y él no lo dudó: hizo la maleta y vino.
«El País Vasco me cautivó desde el inicio, mientras venía en el autobús. A medida que pasaban los kilómetros, el paisaje se iba transformando. Cada vez era más frondoso, con más montañas, más verde... No podía creer que hubiera tanta diferencia con Castilla-La Mancha. Claro, después pasé unos veinte días sin ver el sol y lo entendí», cuenta entre risas.

Ha pasado más de un año desde que hizo aquel recorrido, y ahora está a punto de iniciar otro. Dentro de una semana, Ulises se marcha a Uruguay. «Euskadi me encanta, he hecho grandes amigos aquí y he podido desarrollarme laboralmente como técnico de reparación de maquinaria. La verdad, no tenía planes de irme, pero hace poco apareció Marianella, un viejo amor de juventud, y entonces todo cambió. Después de quince años sin saber nada de ella, un día la encontré en Facebook. Nos escribimos y hasta vino a verme durante sus vacaciones, pero ella vive allá. Cuando éramos adolescentes, nuestra historia no pudo ser. Ahora siento que es nuestro momento, y no me importa empezar otra vez desde cero. Si le temes a los cambios, te estancas y no puedes avanzar. Hay que lanzarse», concluye.

Inflación: cómo afecta a salarios y pensiones

La inflación puede provocar una disminución del poder adquisitivo, incluso con un aumento de salarios y pensiones

El coste de la vida ha aumentado en los últimos meses. Tras casi un año de bajadas en los precios (que incluso alcanzaron valores negativos durante buena parte de 2009), el IPC emprende una lenta "pero sostenida" escalada. En apenas un año, este indicador ha pasado de un -1% a un 1,8%. Y, al ser un crecimiento constante, ese cambio se traduce en inflación. ¿Es mucha o es poca? Moderada, según los últimos datos del Instituto Nacional de Estadística, que sitúa la tasa anual en el 1%, dos décimas por encima de la registrada en julio. Eso sí, determinar si es bueno o es malo dependerá de cuánto y cuándo aumenten los ingresos familiares. Además, conviene saber que la inflación puede provocar una disminución del poder adquisitivo, incluso con un aumento de salarios y pensiones.

Optimismo con matices
En general, la inflación moderada se interpreta como una señal de crecimiento económico y, en el caso de España, que ha sufrido una crisis histórica, se percibe como un signo de mejora. No obstante, el optimismo tiene matices, ya que la inflación actual, sin un aumento acorde de ingresos, puede causar serios problemas en la economía de muchas familias españolas. Esto preocupa a los ciudadanos. Más allá de las cifras y los datos, la pregunta es de qué modo repercutirán los números en el bolsillo.

Para responder a esta cuestión, es necesario tener claras algunas cosas. La primera: el aumento de los precios está ligado al incremento de los salarios y las pensiones. La segunda: la subida salarial se establece en función del IPC, un indicador que también se utiliza para medir la inflación de un país. En otras palabras, es necesario tener en cuenta que:
  • El IPC mide cuánto varían los precios de ciertos bienes y servicios fundamentales para la vida cotidiana, desde la alimentación y la vivienda, hasta el transporte, el ocio y la enseñanza. La medición es mensual, pero como se realiza desde 1961 en España, permite saber con certeza si vestirse, comer o viajar es más barato o más caro que antes.
  • La inflación es el aumento general y sostenido de los precios en una economía. Para medirla se utilizan varios parámetros, pero el más importante (que más notan las familias) es el Índice de Precios al Consumo. Cuando el IPC aumenta de manera continuada "como ocurre ahora en España", los economistas hablan de inflación.
  • Los salarios y las pensiones se fijan cada año en función del IPC. Si aumenta el coste de vida, "si por lo mismo hay que pagar más que antes", los sueldos y las jubilaciones deben incrementarse en consonancia a esa subida para evitar que las personas pierdan poder adquisitivo.

El principio es sencillo: cuando se ajustan los salarios y las pensiones al aumento real del IPC, las personas mantienen su poder adquisitivo porque sus ingresos rinden igual que antes. Si bien el valor de los productos y servicios aumenta, se pueden comprar sin que ello suponga un sacrificio extra para la economía familiar. El problema surge cuando hay un recorte o una congelación de salarios y pensiones o cuando, incluso si aumentan, no lo hacen lo suficiente como para acompasarse a la velocidad con la que sube el coste de vida. Así sucede cuando la inflación se dispara a mitad de un año y los salarios no se incrementan hasta el comienzo del siguiente. En cualquiera de estos casos, el dinero vale menos porque con él se pueden adquirir menos productos o disfrutar de menos servicios.

A quiénes afecta y cómo
Los jubilados y los funcionarios públicos, aunque tienen sus ingresos asegurados, están hoy entre los grupos más vulnerables a la tendencia alcista de los precios. La razón principal es el recorte de salarios y la congelación de pensiones. Desde la aprobación de estas medidas de emergencia, los funcionarios ganan entre 36 y 220 euros menos al mes, mientras que los jubilados no verán aumentar ni un céntimo sus pensiones en 2011.

  • Para los empleados públicos, la disminución del poder adquisitivo es clara. Incluso si no hubiera inflación, la padecerían. La subida del coste de vida, sumada al aumento del IVA y la disminución de los ingresos, multiplica las dificultades para llegar a fin de mes.
  • Para los jubilados, los próximos meses supondrán un desafío. No cobrarán menos, pero su dinero ya no valdrá lo mismo. Además, sus ingresos se revalorizan en función de la previsión oficial del coste de vida y, ante una inflación, es posible que haya cierto desfase entre los pronósticos iniciales y la subida real de los precios.

Los empleados del sector privado, que han pactado una subida moderada de salarios para evitar expedientes reguladores y despidos, también sufren la inflación en su bolsillo. ¿Por qué? Porque el aumento acordado para el sueldo es inferior al de los precios. Según datos del Ministerio de Trabajo, la subida salarial media que se ha pactado entre enero y julio de este año es del 1,29%. El IPC, sin embargo, se ha colocado en el 1,8%. Esto significa que ha crecido un 0,51% más que los sueldos y que, por tanto, hay una disminución del poder adquisitivo. Mientras no se corrija esa brecha, los empleados serán más pobres aunque ganen más o ganen lo mismo.

Pero no sólo quienes han firmado acuerdos colectivos se enfrentan a este problema. Un estudio independiente, publicado por la consultora Mercer, señala que los salarios en España han crecido un 1,7% en 2010, una décima menos que el IPC de agosto. El informe destaca, además, que el incremento salarial ha sido, junto con el de Portugal, el más bajo de toda Europa, y que sólo en España y en Reino Unido la inflación ha superado a la subida de los sueldos.

13.9.10

"Llega un momento en el que también sientes que eres de aquí"

La cuidadora ecuatoriana Norma Maffare llegó a Euskadi con 49 años, motivada por la «curiosidad», el espíritu aventurero y el afán de «conocer mundo»



Han pasado ocho años, cuatro meses y veinte días desde que Norma Maffare se marchó de Ecuador. Sentada en el paseo de El Arenal, recuerda nítidamente la fecha, el viaje en autobús desde Esmeraldas a Guayaquil, el avión que la depositó en Barajas y su llegada a destino, Laredo. «No he podido ni he querido olvidarlo, y eso que ha pasado mucho tiempo», cuenta. Tampoco ha olvidado el momento en que le dijo a su familia que se iba.

«Poco antes de viajar, quedé a comer con mis hermanas. Una de ellas preparó mi comida favorita: ensalada, pollo frito y locro, que es como una sopa que se hace con maíz. Cuando estábamos en la mesa, les dije que me marchaba del país y, al principio, no me creyeron. Entonces les mostré mi billete de avión». Las hermanas de Norma no encajaron bien la noticia. «Me preguntaron por qué, intentaron disuadirme y hasta se enfadaron un poco conmigo. '¿Para qué estudiaste, si al final ibas a ser una sirvienta?', me preguntaron. No podían entender mi decisión».

La única persona que se alegró por el cambio fue su sobrina, que llegó en medio de la comida y, al conocer la noticia, la felicitó. «Sabía que yo siempre había querido viajar, conocer mundo y vivir una experiencia personal fuera de Ecuador». Lejos de ser una aventura intempestiva, el viaje fue la concreción de un sueño largamente acariciado.
«Desde que tengo memoria anhelaba algo así. Cuando era pequeña, me fascinaban los aviones, y ya de jovencita me imaginaba viviendo en otro lugar, conociendo una cultura distinta. El tiempo fue pasando y hubo momentos en que creí que jamás lo conseguiría. Pero el sueño quedó latente y la oportunidad, finalmente, se presentó», dice Norma, que emigró con 49 años.

Llegó a Laredo por recomendación de una amiga, que le habló del lugar y le consiguió trabajo. «Empecé cuidando a una persona mayor y, desde entonces, me dedico a ello. Cuando el señor falleció, su familia me consiguió un trabajo similar aquí en Bilbao. Así fue como llegué al País Vasco», resume. También señala que el cambio de vida y el cambio laboral han representado «una gran experiencia» para ella y «un baño de humildad», pues en Ecuador se dedicaba a la docencia.

Moverse del lugar
«Yo no emigré por dinero, ni porque estuviera pasando hambre, ni porque quisiera desarrollar mi profesión en otra parte», confiesa. Al contrario, se subió al avión «porque sentía curiosidad y no quería vivir toda mi vida en un mismo lugar». Para ella tener trabajo es «un medio para hacer eso. Y, aunque al principio me costó, debo decir que en todas las casas donde he trabajado siempre encontré personas maravillosas. Me han tratado como a un miembro más de sus familias y me han hecho sentir bienvenida».
Desde que vino, en 2002, Norma no ha vuelto a Ecuador. Asegura que «algún día» regresará, aunque no sabe si irá para quedarse. «Mi familia, mis raíces, están allá, en Esmeraldas. Quiero ir para estar con los míos y volver a verles después de tantos años, pero no sé si me quedaría. Soy ecuatoriana y me enorgullezco de mi país, pero reconozco que, cuando pasa el tiempo, uno acaba dividido. Te partes en dos y no sabes dónde está anclada tu vida».

Norma disfruta cuando habla del País Vasco y cuando tiene la ocasión de enseñárselo a los demás. «Me gusta contarles a los turistas cómo es, recorrerlo, mostrar las bondades de esta tierra -explica-. Llega un punto en el que dejas de ser un extraño y empiezas a sentir que también eres de aquí. Aunque no sea el lugar donde has nacido, ni tengas a tus amigos de la infancia, es el lugar que has elegido para crecer; el sitio donde construyes tus amistades de la vejez. He conocido a bellísimas personas, tanto en la asociación Mujeres del Mundo como en el coro Sanfran Korue, donde soy la única negrita sudamericana. Me siento feliz. He tendido lazos y, si me fuera, echaría de menos muchas cosas».


Madres y autónomas

Las trabajadoras autónomas que deciden ser madres tienen los mismos derechos que las que trabajan por cuenta ajena

La conciliación laboral y familiar es un reto. En especial para quienes trabajan por cuenta propia y ejercen profesiones donde no es tan fácil encontrar a un sustituto durante la baja por maternidad. Esta situación, sumada al desconocimiento del derecho laboral, explica que, para muchas mujeres, ser madre y trabajadora autónoma parezcan realidades incompatibles. Pero no es así; tienen derechos que amparan su maternidad y beneficios previstos por la Seguridad Social. Las mujeres autónomas tienen los mismos derechos que quienes trabajan por cuenta ajena.
Los derechos generales
Lo primero que hay que saber es que las prestaciones por maternidad están elaboradas para todas las trabajadoras, con independencia de cuál sea el régimen de Seguridad Social al que pertenezcan. Esto significa que los trabajadores autónomos -tanto hombres como mujeres- tienen derecho a recibir prestaciones de maternidad (y paternidad) con la misma extensión y en los mismos términos y condiciones previstos para quienes trabajan por cuenta ajena.

Compensación
El subsidio por maternidad es una prestación económica. Intenta cubrir la pérdida de rentas o ingresos que sufren los trabajadores cuando interrumpen su actividad para disfrutar de los periodos de descanso a los que tienen derecho si forman una familia, ya sea por parto, adopción o acogimiento.

Cuantía
El monto del subsidio equivale al 100% de la base reguladora que le corresponda al trabajador. Para ponerlo en cifras reales y concretas:
  • Quienes aportan cada mes la cuota mínima (de 250 euros) recibirán una cuantía equivalente a su base de cotización: 841,80 euros mensuales.
  • Quienes aportan mensualmente la cuota máxima (de 953 euros) recibirán una prestación de 3.198 euros al mes.
Hay un subsidio especial cuando se trata de un parto múltiple. Durante las seis semanas siguientes al parto, la madre recibirá una prestación extra, equivalente a la establecida para los partos simples por cada hijo, a partir del segundo. Es decir: si a la mujer le corresponde un subsidio de 841,80 euros y tiene mellizos o gemelos, durante el primer mes y medio de prestación cobrará el doble.
Inicio
El derecho a la prestación nace el día del parto o el día en que se inicia el descanso (si éste es anterior al parto). En los casos de adopción o acogimiento, el subsidio comienza a partir de la resolución judicial para adoptar o acoger al niño.

Duración
La duración del periodo de descanso es de 16 semanas ininterrumpidas, pero se pueden ampliar en caso de parto, adopción o acogimiento múltiple; o de discapacidad y de hospitalización del recién nacido. En el caso de un parto múltiple, el periodo se extiende dos semanas más por cada hijo, a partir del segundo (si nacen mellizos, corresponden 18 semanas; si nacen trillizos, 20...).

Las trabajadoras autónomas pueden disfrutar del periodo de descanso en régimen de jornada completa o a tiempo parcial. Si escogen esta alternativa, su actividad laboral y la percepción del subsidio se reducirán en un 50%. Y siguen teniendo derecho a una prestación, aunque menor.

Las condiciones
Para ser beneficiaria de la prestación por maternidad, la trabajadora autónoma debe cumplir tres requisitos fundamentales:
  • Estar afiliada y dada de alta en la Seguridad Social.
  • Estar al corriente en el pago de las cuotas de cotización.
  • Contar con un periodo mínimo de cotización.

Es importante recordar que el tiempo mínimo de cotización exigido varía en función de la edad que tenga la mujer en el momento del parto. De este modo, si tiene

  • menos de 21 años: no se le exige un periodo mínimo de aportaciones.
  • entre 21 y 26 años: se requieren 90 días de aportaciones en los siete años inmediatamente anteriores al inicio de la baja, o 180 días cotizados a lo largo de toda su vida laboral.
  • más de 26 años: Debe haber cotizado 180 días en los siete años inmediatamente anteriores al inicio del descanso, o 360 días a lo largo de toda su vida laboral.

Los trámites necesarios
Cuando se solicita la baja por maternidad hay que presentar el DNI o NIE de la trabajadora y los documentos relativos a su cotización en la Seguridad Social.

Existe un modelo oficial para presentar la solicitud. No es obligatorio utilizarlo, pero sí es conveniente y práctico hacerlo, ya que se puede descargar de Internet y sirve como orientación para saber qué información es relevante y cuál no.

A diferencia de los asalariados, las personas pertenecientes al RETA (Régimen Especial de Trabajadores Autónomos) tienen que presentar una declaración de situación de actividad. En ese documento (para el que también existe un modelo oficial), se deberá especificar qué persona gestionará el negocio del autónomo mientras esté de baja o, en su defecto, notificar el cese temporal o definitivo de la actividad desarrollada. La declaración debe presentarse dentro de los 15 días siguientes a la fecha del parto o del inicio del descanso por maternidad (si se inició antes del parto).

El día después
Además de tener que hacer algún trámite específico, las trabajadoras autónomas tienen derecho a algunos beneficios concretos.

Uno de ellos es el que prevé la reinserción laboral tras la baja por maternidad. Si las trabajadoras autónomas vuelven a realizar una actividad por cuenta propia en los dos años siguientes a la fecha del parto, tendrán derecho, durante 12 meses, a recibir una bonificación del 100% de la cuota por contingencias comunes.

6.9.10

"Los vascos son muy abiertos una vez que te conocen"

Heredero de una cultura milenaria y miembro de una familia de 'griot', el músico burkinés Adama Guindo llegó a Bilbao hace tres años «por amor»

No hay muchos burkineses en Euskadi (85, según los datos oficiales) y Adama Guindo es uno de los pocos que residen en Bilbao. «A veces pienso que soy el único, porque no he encontrado a ningún otro desde que vivo aquí», dice sonriendo. Al no haber una comunidad numerosa, el país de este joven músico, su cultura y sus tradiciones son grandes desconocidos en este lado del globo. Desde que se independizó de Francia, en 1960, Burkina Faso -o 'la patria de los hombres íntegros'- ha estado (y sigue estando) marcada por la búsqueda de estabilidad política, la lucha por el poder, la emigración masiva de su gente y, en ocasiones, el exilio.
Adama tiene 30 años y llegó a Bilbao hace tres, aunque la vida como extranjero no es nueva para él. La conoce bien desde que era un niño. Cuando tenía siete años, se trasladó con su familia a Costa de Marfil, al igual que muchos otros ciudadanos burkineses que buscaban seguridad y trabajo. Corría el año 1987, un período convulso para el país, que acababa de sufrir un golpe de Estado y el asesinato de su presidente, Thomas Sankara.
Vivió en tierra de marfileños durante el resto de su infancia y casi toda su adolescencia, y no regresó a Banfora, su ciudad natal, hasta que cumplió los 17 años. «Pero después viví en otros sitios, no me quedé sólo allí», aclara. Níger y Mali lo vieron crecer como artista. Y otra nación, Ghana, lo vio partir rumbo a Europa. ¿El motivo? «El amor. Yo vine a Bilbao por amor», porque su chica, a la que define como «la base de todo», es de aquí.
El cambio, reconoce, fue muy grande. «Culturalmente, esto no tiene nada que ver con aquello. Ni siquiera ser músico, por ejemplo, significa aquí lo mismo». Adama hace una pausa y, con sus manos apoyadas en el djembé (un instrumento de percusión típico de su país), prosigue: «Hay mucha gente que sabe tocarlo y cualquiera puede aprender, pero muy pocos conocen su importancia y su significado. Ser músico en Burkina Faso es mucho más que hacer sonar un instrumento», señala.
Su profesión tiene, de hecho, un reconocido papel social y cultural, que va más allá de la diversión, la fiesta o el entretenimiento. «Pertenezco a una familia de 'griot'», dice con orgullo. «Y nuestra labor es muy importante». Además de interpretar música tradicional y moderna, los 'griot' son los encargados de preservar y difundir la historia y las costumbres de la comunidad. A veces, lo hacen con música y, otras, con narraciones fantásticas, poemas o cuentos.
Cuestión de perspectiva
En un país donde la tasa de alfabetización no llega al 27%, y el peso del conocimiento recae en la tradición oral, la labor educativa de los 'griot' es fundamental. Los mitos, las batallas, las ceremonias, todo lo relacionado con la historia y la cultura se apoya en la música. De ahí que los músicos y oradores sean tan valorados: ellos son portadores de saberes.
«Soy músico desde que nací. Esto es lo que sé hacer, lo que soy, pero aquí es distinto. He intentado dar clases, he puesto anuncios y participo en varias agrupaciones musicales que reúnen africanos y vascos, pero he descubierto que en Europa es mucho más difícil vivir de la música. La percepción de los demás es diferente».

A propósito de percepciones, Adama sostiene que no siempre es fácil ser africano en Bilbao. «La mirada de la gente lo es todo y, cuando eres negro, lo notas. Hay personas que te miran diferente y eso es un poco duro», explica. No obstante, matiza que son casos puntuales y que se deben más a la curiosidad o al desconocimiento que al rechazo. «He conocido a personas muy respetuosas y amables que se han interesado por mi cultura y por mí. La familia de mi chica me ha aceptado muy bien; han conseguido que me sienta a gusto y bienvenido, especialmente ahora, que mis padres ya no están. La verdad es que los vascos son muy abiertos una vez que te conocen».

2.9.10

Defectos de construcción en la vivienda nueva: cómo reclamar

Conocer los plazos de reclamación, contar con la opinión de un profesional y realizar las gestiones por escrito son las claves para que el promotor responda

El sueño de la casa propia es muy frágil. Puede hacer aguas con una mancha de humedad, resquebrajarse con una grieta en los cimientos o abrir paso a la incertidumbre si una puerta no se cierra bien. Los fallos estructurales o en el acabado de un edificio pueden desplomar la ilusión de haber comprado un inmueble, sobre todo, cuando la vivienda es nueva. La sorpresa, la indignación y el desconcierto son comunes entre los propietarios cuando detectan los desperfectos, en general, varios meses después de haber recibido las llaves. Tras descubrir las averías, si se desea que el promotor responda, conviene investigar los plazos de reclamación, contar con la opinión de un profesional independiente y cuidar que las gestiones se realicen por escrito.

Cobijo legal
En caso de desperfectos en una vivienda nueva, la legislación ampara al propietario. Éste es el primer aspecto que se debe saber. Desde hace algo más de diez años, la Ley de Ordenación de la Edificación regula los derechos y obligaciones ligados a la vivienda nueva, establece qué profesionales intervienen en la construcción y cuáles son las responsabilidades de cada uno en caso de que algo vaya mal. El documento distingue tres grupos de defectos, ordenados en función de su gravedad, y especifica cuáles son los plazos de garantía para presentar una reclamación según el caso. Ahora bien, ¿cómo se pasa del papel a los hechos? ¿Ante quién corresponde quejarse y cuál es el procedimiento más eficaz para hacerlo?

Responsables
El promotor de la obra es el máximo responsable. Su papel es crucial en todo el proceso de edificación y, por tanto, es la persona que debe responder ante los problemas de construcción del edificio. Cualquier queja o reclamación que se haga debe llegar, en primer lugar, a sus manos.
  • Pero que sea el máximo responsable no significa que sea el único. En la construcción de una vivienda intervienen muchos otros profesionales y empresas. Arquitectos, constructores, especialistas en control de calidad, proveedores de materiales... La lista es larga.
  • Cuando se detecta un desperfecto, además de notificarlo al promotor, es conveniente reclamar también ante el profesional responsable del fallo: si el problema está en los cristales, hay que cursar una queja ante la empresa que se encargó de ponerlos. En caso de duda, el promotor de la obra puede informar de modo detallado acerca de quién se encargó de qué.
  • Clases de problemas
    No todos los defectos son iguales. Algunos son más graves que otros y las propias garantías varían en función de esta premisa. Cuanto más se comprometa la estabilidad de la obra y la seguridad de sus habitantes, mayor es el plazo de cobertura previsto. La ley distingue tres grupos de fallos:

    • Tienen 1 año de garantía: los defectos en elementos de terminación o acabado de las obras.
    • Tienen 3 años de garantía: los defectos que impiden alcanzar condiciones aceptables de salubridad y estanqueidad en el interior de la vivienda o en el edificio y los defectos que causan deterioro del medio ambiente en su entorno inmediato por impedir una gestión adecuada de toda clase de residuos.
    • Tienen 10 años de garantía: los defectos que afectan a la cimentación, los soportes, las vigas, los forjados, los muros de carga u otros elementos estructurales y que comprometen de modo directo la resistencia mecánica y la estabilidad del edificio.

    Las garantías comienzan a regir cuando el constructor entrega de manera oficial la obra al promotor y ambos firman el acta correspondiente. En general, este acuerdo se gestiona un mes después de haberse firmado el certificado final de obra. Estos papeles, con sus fechas, forman parte de la carpeta de documentos relacionados con el edificio.

    A diferencia de las garantías, que varían, las reclamaciones tienen un plazo único. No importa cuál sea el tipo de avería. En todos los casos, el propietario de la vivienda dispone de dos años para reclamar por ella. De esta manera, si al año y medio de estrenar el piso descubre una filtración de agua desde el exterior, tendrá un plazo de 24 meses para reclamar la reparación, aunque el plazo de la garantía haya vencido.

    Opinión imparcial
    Contar con la opinión y el asesoramiento de un experto independiente, ajeno a la obra, es crucial. Aunque los peritos industriales y los ingenieros ofrecen estos servicios, los profesionales idóneos son los arquitectos. Sólo ellos pueden evaluar con rigor la complejidad del defecto y su alcance, e informar de qué ocurre al propietario. Las grietas en una pared, la insonorización deficiente o las filtraciones de humedad pueden ser indicio de un problema más grave.

    Una vez que se descubren los defectos en la construcción y se contrata a un arquitecto para evaluarlos, la consideración del profesional deberá registrarse en un informe, por escrito. Este documento que recoge su opinión es el dictamen y en él debe constar:

    • Una enumeración de los fallos.
    • Las causas de esos defectos.
    • Las posibles soluciones técnicas.
    • Un presupuesto orientativo para llevarlas a cabo.

    Es preferible que el arquitecto determine, si es posible, quién o quiénes son los profesionales responsables directos del problema.

    Hay que solicitar que el Colegio de Arquitectos avale el dictamen. Además de figurar la opinión del experto, debe haber una instancia superior que la refrende. Este procedimiento, denominado visado, actúa como un visto bueno y da mayor peso al informe. Además de tranquilizar al propietario, "que sabrá con exactitud qué falla en su casa", la entidad del documento le impedirá caer en discusiones estériles con el promotor o que éste maquille el problema con una solución barata y poco eficaz.

    En orden y por escrito
    Lejos de ser engorrosos, los pasos que se deben seguir tras la detección de un defecto son sencillos. Es fundamental que, al reclamar, todas las instancias se registren por escrito. Como en cualquier otro procedimiento de reclamación, los documentos probatorios son cruciales, tanto si hay buena disposición de la otra parte como si no. Las acciones que se deben seguir son:

    • Definir en cuál de los tres grupos de daños se clasifica el desperfecto de la vivienda.
    • Con los documentos de la obra en mano, comprobar si el fallo aún está cubierto por la garantía correspondiente.
    • Controlar que no venza el plazo de reclamación, de dos años.
    • Solicitar los servicios de un arquitecto para que estudie el caso y redacte un informe.
      Determinar con el experto independiente quiénes son los responsables del desperfecto, además del promotor.
    • Una vez que se tiene el dictamen del profesional visado por el Colegio de Arquitectos, presentar la reclamación ante el promotor y las demás personas responsables del defecto.
    • La reclamación debe hacerse por escrito (ya sea con una carta o con un formulario específico). Hay que adjuntar una copia del dictamen del arquitecto y debe quedar constancia del envío (y la recepción) de los documentos. Para ello, el mecanismo ideal es el burofax, que tiene valor probatorio, incluso, en el ámbito judicial.
    • Los juzgados son la última instancia de reclamación. Antes de llegar a ella, si el promotor no responde, es aconsejable hacer un segundo intento de notificación. En caso de que siga sin responder o desestime la queja, el problema se resolverá ante la ley y habrá que contratar los servicios de un abogado. Por esta razón, es imprescindible conservar todos los documentos relacionados con el caso.