6.9.10

"Los vascos son muy abiertos una vez que te conocen"

Heredero de una cultura milenaria y miembro de una familia de 'griot', el músico burkinés Adama Guindo llegó a Bilbao hace tres años «por amor»

No hay muchos burkineses en Euskadi (85, según los datos oficiales) y Adama Guindo es uno de los pocos que residen en Bilbao. «A veces pienso que soy el único, porque no he encontrado a ningún otro desde que vivo aquí», dice sonriendo. Al no haber una comunidad numerosa, el país de este joven músico, su cultura y sus tradiciones son grandes desconocidos en este lado del globo. Desde que se independizó de Francia, en 1960, Burkina Faso -o 'la patria de los hombres íntegros'- ha estado (y sigue estando) marcada por la búsqueda de estabilidad política, la lucha por el poder, la emigración masiva de su gente y, en ocasiones, el exilio.
Adama tiene 30 años y llegó a Bilbao hace tres, aunque la vida como extranjero no es nueva para él. La conoce bien desde que era un niño. Cuando tenía siete años, se trasladó con su familia a Costa de Marfil, al igual que muchos otros ciudadanos burkineses que buscaban seguridad y trabajo. Corría el año 1987, un período convulso para el país, que acababa de sufrir un golpe de Estado y el asesinato de su presidente, Thomas Sankara.
Vivió en tierra de marfileños durante el resto de su infancia y casi toda su adolescencia, y no regresó a Banfora, su ciudad natal, hasta que cumplió los 17 años. «Pero después viví en otros sitios, no me quedé sólo allí», aclara. Níger y Mali lo vieron crecer como artista. Y otra nación, Ghana, lo vio partir rumbo a Europa. ¿El motivo? «El amor. Yo vine a Bilbao por amor», porque su chica, a la que define como «la base de todo», es de aquí.
El cambio, reconoce, fue muy grande. «Culturalmente, esto no tiene nada que ver con aquello. Ni siquiera ser músico, por ejemplo, significa aquí lo mismo». Adama hace una pausa y, con sus manos apoyadas en el djembé (un instrumento de percusión típico de su país), prosigue: «Hay mucha gente que sabe tocarlo y cualquiera puede aprender, pero muy pocos conocen su importancia y su significado. Ser músico en Burkina Faso es mucho más que hacer sonar un instrumento», señala.
Su profesión tiene, de hecho, un reconocido papel social y cultural, que va más allá de la diversión, la fiesta o el entretenimiento. «Pertenezco a una familia de 'griot'», dice con orgullo. «Y nuestra labor es muy importante». Además de interpretar música tradicional y moderna, los 'griot' son los encargados de preservar y difundir la historia y las costumbres de la comunidad. A veces, lo hacen con música y, otras, con narraciones fantásticas, poemas o cuentos.
Cuestión de perspectiva
En un país donde la tasa de alfabetización no llega al 27%, y el peso del conocimiento recae en la tradición oral, la labor educativa de los 'griot' es fundamental. Los mitos, las batallas, las ceremonias, todo lo relacionado con la historia y la cultura se apoya en la música. De ahí que los músicos y oradores sean tan valorados: ellos son portadores de saberes.
«Soy músico desde que nací. Esto es lo que sé hacer, lo que soy, pero aquí es distinto. He intentado dar clases, he puesto anuncios y participo en varias agrupaciones musicales que reúnen africanos y vascos, pero he descubierto que en Europa es mucho más difícil vivir de la música. La percepción de los demás es diferente».

A propósito de percepciones, Adama sostiene que no siempre es fácil ser africano en Bilbao. «La mirada de la gente lo es todo y, cuando eres negro, lo notas. Hay personas que te miran diferente y eso es un poco duro», explica. No obstante, matiza que son casos puntuales y que se deben más a la curiosidad o al desconocimiento que al rechazo. «He conocido a personas muy respetuosas y amables que se han interesado por mi cultura y por mí. La familia de mi chica me ha aceptado muy bien; han conseguido que me sienta a gusto y bienvenido, especialmente ahora, que mis padres ya no están. La verdad es que los vascos son muy abiertos una vez que te conocen».

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