La peluquería donde trabaja Mbarek Oudardour es una de las pocas que recibiría encantada a un inspector de la SGAE. En los altavoces del local suena una melodía escrita, compuesta e interpretada por él. «Lo que estamos escuchando es una canción de amor», explica, y traduce parte de la letra, que está en árabe. «Tengo varias en este disco, mira». El sonido del cedé acompaña la conversación hasta el final de la entrevista.
Mbarek es peluquero. Y músico. Tiene un nombre artístico, Cheb Hani, que significa 'joven tranquilo'. En Marruecos, su país, se graduó como estilista para ganarse la vida, pero su verdadera vocación es la música. «Nunca pude estudiar, ni fui a ningún conservatorio, pero tengo buen oído», asegura. Lo que sabe de composición lo aprendió de manera autodidacta.
«Me gusta estar en la peluquería, es lo que me permite vivir y sacar adelante a mi familia, pero creo que uno siempre debe intentar realizarse como persona. ¿Por qué hacer una sola cosa en la vida si tienes talento para otras?», se pregunta. «Está claro que el trabajo es muy importante, aunque nunca hay que renunciar a los sueños», dice antes de compartir algunos de los suyos.
«Quiero hacer un videoclip -suelta-. Ya lo he imaginado; tengo la idea clara en mi cabeza y también tengo la canción. Sólo me falta grabarlo con alguien que sepa cómo hacerlo. Además, me gustaría formar un grupo con músicos de otros países, que hablen idiomas distintos. Me encanta la fusión de estilos y creo que la mezcla de culturas es muy rica. Cada persona puede aportar algo del lugar donde nació, una manera de ver el mundo». La canción que suena ahora en el disco combina el folclore bereber con el flamenco.
Mbarek vive en Sodupe desde hace cuatro años y asegura que el pueblo le encanta. «La gente es muy maja. Si me voy de vacaciones, los vecinos preguntan por mí. Podría vivir en Bilbao, más cerca de mi trabajo, pero prefiero quedarme allí, que es más acogedor. La casa, la montaña, las personas... Todo me recuerda a mi tierra».
Bertat, un pequeño pueblo de 1.300 habitantes, es el nombre de su querencia; el lugar donde vivió con sus padres y sus once hermanos hasta que decidió emigrar. Primero fue a Alemania. Luego, a Francia. Y finalmente aquí. «La vida en esos países es triste. La gente es más fría y distante. Euskadi es diferente. Me siento muy feliz con los vascos, aunque eche de menos mi país».
Orgullo y respeto
La familia, para Mbarek, lo es todo. Siempre que puede, va a visitar a su gente. «Y cada vez que me despido de mis padres pienso que podría ser el último adiós. El sentimiento es muy duro, pero uno toma decisiones para mejorar, salir adelante y ayudar a las personas que le importan. Puedo hacer más por ellos estando aquí que viviendo allí».
En su caso, la distancia no implica olvido, sino todo lo contrario. «Siempre pienso en mi familia cuando me siento a componer y cuando canto. Jamás escribiría una canción que fuera en contra de mi cultura o que pudiera ofenderles. Hay personas a las que no les importa cantar cualquier cosa con tal de ganar dinero o alcanzar la fama, pero yo no soy así. Yo quiero que en casa se sientan orgullosos de mí, poder enseñarles todo lo que hago sin tener que avergonzarme. El respeto a los demás es importante».
También lo es el dinero, «por supuesto. En el mundo de la música, si no tienes un capital, no tienes recorrido», señala. «En mi país, la mayor parte de las personas cree que los artistas son ricos. Cuando voy allí y canto algunas de mis canciones, piensan que son de otro. No creen que sean mías porque soy uno más, porque me dedico a la peluquería». Lejos de entristecerse por eso, Mbarek insiste en que lo fundamental es el modo de encarar las cosas. «Si no tienes lo que quieres, debes querer lo que tienes», dice citando un refrán. Y, antes de volver al trabajo, añade un deseo: «Feliz Ramadán para todos».
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