Jesús Sinisterra llega a la cita con un libro bajo el brazo. El título: 'Vida y voz de un hombre negro'. El autor: Malcom X. Lo apoya sobre la mesa y el gesto habla por él. No hace falta que pronuncie ni una frase para intuir cuál será el tema de arranque. Residente en Euskadi desde hace casi tres años, con la familia repartida entre Estados Unidos y Europa y un pequeño nieto vasco, nacido en Mondragón, este colombiano de 52 años denuncia la «falta de oportunidades» laborales y el «rechazo» social derivados de la edad y el color de la piel.
Es negro, inmigrante y mayor, tres rasgos que, como asegura, le juegan todo el tiempo en contra. Hace unas pocas semanas, en un bar de Bilbao, vivió la primera afrenta xenófoba y racista de su vida. «Había quedado a tomar café con un amigo y, como no lo vi en la calle, me asomé a la ventana del bar para ver si estaba dentro -cuenta-. En ese momento, uno de los responsables me gritó: '¡Lárgate de aquí, africano!'. Yo le dije que no era africano, sino afrocolombiano, y el hombre me respondió que le daba igual. Me dijo: 'Eres un negro más', e insistió en que me fuera».
Jesús no quiso «problemas» y se marchó. Tenía «ganas de llorar», un poco de «rabia» y otro poco de «pena». No oculta que estas cosas le afectan y le duelen a pesar de ser un hombre grande que ya ha atravesado el meridiano de su vida. «En todos los años que tengo, esta es la primera vez que me pasa algo así, que una persona se meta frontalmente conmigo porque soy negro», dice, y subraya que este hecho le ha dejado «estupefacto».
No es que él sea precisamente ingenuo o que nunca haya notado diferencias desde el punto de vista social. En Colombia, cuando era joven, no había mucha mezcla racial. «Yo no supe lo que era una mujer blanca y europea hasta que fui al barrio donde vivían», desliza. No obstante, lo que a Jesús le sorprende es haber residido dos décadas en Norteamérica sin contratiempos y que sea justo en Europa donde tropieza con el primero.
«He vivido en Houston, Louisiana y Nueva York y jamás me he sentido discriminado. El control sobre el racismo es más palpable allí, donde todo el mundo está muy pendiente de quién dice qué y uno encuentra canales legales para defenderse», explica Jesús, antes de añadir que echa en falta esos recursos a este lado del Atlántico.
Asesoramiento legal
«Aquí sí hay racismo y discriminación, pero son muy discretos», afina. Y además, «los recursos para combatir estas actitudes son escasos -opina-. No puede ser que, de todas las asociaciones e instituciones que hay en este país, sólo una me haya brindado asesoramiento legal para denunciar lo que me pasó. Los extranjeros, según de dónde seamos, estamos expuestos a muchas calamidades. Y las asociaciones, en lugar de ventilar ese problema social, se conforman con hacer fiestitas. Eso es una distracción más», lanza, visiblemene indignado.
«Aquí sí hay racismo y discriminación, pero son muy discretos», afina. Y además, «los recursos para combatir estas actitudes son escasos -opina-. No puede ser que, de todas las asociaciones e instituciones que hay en este país, sólo una me haya brindado asesoramiento legal para denunciar lo que me pasó. Los extranjeros, según de dónde seamos, estamos expuestos a muchas calamidades. Y las asociaciones, en lugar de ventilar ese problema social, se conforman con hacer fiestitas. Eso es una distracción más», lanza, visiblemene indignado.
Otra cuestión que le «quema» tanto como el racismo es la «discriminación» que ha sentido por ser un hombre mayor. «Desde que vine a Bilbao, he hecho 17 cursos de formación -precisa-, pero no he conseguido trabajo. Una de las últimas veces, me presenté a un puesto como cocinero y me dijeron que no, que era demasiado viejo. ¿Dónde se ha visto eso? Además de que tengo experiencia, porque he trabajado en varios países, ¿qué le impide a una persona de cincuenta años ponerse a cocinar?», se pregunta, comparándose con los «chefs canosos que aparecen en la tele».
Para vivir, Jesús imparte clases de inglés, aunque reconoce que eso no es suficiente como para completar los años que le restan de aportes a la Seguridad Social antes de jubilarse. «Pero tampoco pienso en volver a Colombia -confiesa-. ¿Qué voy a hacer allí, después de tantos años? Como mucho, ser un desconocido con bienes». ¿Y aquí? «Tengo a mi familia -responde-. También tengo presente que el hombre negro es la sombra del blanco, y que debemos luchar contra eso».
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