Más allá del ahorro energético y de dinero, cortar de manera selectiva las llaves de luz, agua y gas evita unos cuantos problemas.
- Agua: cerrar la llave general es la mejor opción, tanto por los goteos y las fugas que pueda haber en las instalaciones sanitarias, como por los cambios repentinos de presión, capaces de dañar la resistencia de los grifos y las cañerías. De este modo se previenen las pequeñas pérdidas y, también, los desbordamientos de agua que pueden dañar la estructura de la vivienda, el mobiliario y afectar a los vecinos.
- Gas: al igual que sucede con el agua, conviene cerrar la llave general o apagar la caldera. El suministro debe interrumpirse por completo. Si se utilizan bombonas de butano, tienen que quedar cerradas y, en lo posible, fuera de la casa para minimizar los daños en caso de fuga. No obstante, por seguridad, está prohibido almacenar más de dos bombonas en el hogar.
- Luz: lo más fiable es cerrar la llave general, aunque eso impedirá que funcionen ciertos dispositivos, como los timbres, los teléfonos y los contestadores. Por esta razón, algunas empresas de seguridad recomiendan no cortar el suministro de la luz por completo. En las viviendas con sistemas nuevos y cuadros eléctricos diversificados, esto es más sencillo. En los hogares con instalaciones antiguas, no tanto. La solución, además de una medida de seguridad aplicable en todos los casos, es desenchufar los electrodomésticos y las lámparas, excepto los aparatos que se quieran dejar en funcionamiento: así se evitarán daños por picos de tensión. Conviene vaciar, limpiar y desconectar la nevera, ya que un corte de luz prolongado puede estropear los alimentos, causar malos olores y atraer insectos al hogar.
Es habitual que quienes utilizan el coche para irse de vacaciones lo lleven al taller antes de partir. La idea es ponerlo a punto y arreglar los desperfectos para evitar percances. La misma rutina puede aplicarse al hogar. No hay que acometer reformas faraónicas en las semanas previas a un viaje, sino cerciorarse de que todo funciona bien. Resulta de gran utilidad revisar puertas y ventanas, grietas en los techos y en las paredes, humedades en la estructura u obstrucciones en los desagües.
En las viviendas con jardín, balcón o terraza, hay que vigilar que no queden macetas sin sujeción, toldos desplegados o mobiliario ligero suelto, ya que una ráfaga fuerte de viento podría desplazarlos de su sitio y causar estropicios serios.
Así como es preferible dejar la nevera limpia y vacía, también es imprescindible que no queden alimentos perecederos en casa, ni paquetes abiertos ni basuras. A menudo, con las prisas del viaje y los asuntos de última hora, se queda algo sin fregar, vajilla en el lavaplatos, fruta en alguna cesta o comida en el horno.
También es usual olvidarse de la basura, en especial, de los envases plásticos que en apariencia no suponen un problema, pero que conservan restos orgánicos. Todos estos elementos, además de descomponerse, son fuente de alimento para insectos, roedores y cucarachas. Conviene, además de revisar estas cuestiones puntuales, hacer una limpieza a fondo en el hogar y aprovechar que no habrá nadie en casa para aplicar insecticidas.
La incidencia de los robos se multiplica durante el verano. Según datos policiales, cuatro de cada diez hurtos tienen lugar en esta época del año. Casas deshabitadas, edificios vacíos y ciudades con poca gente incentivan a los amigos de lo ajeno a cometer sus fechorías. La primera regla para combatir esto es muy simple: hay que verificar que todas las vías de acceso a la vivienda están cerradas con candados, llaves y cerrojos. Aunque el consejo resulta obvio, no es raro que quede alguna puerta, ventana o tragaluz sin asegurar, sobre todo, cuando en la casa viven varias personas y es más difícil organizar la partida. Por ello es conveniente que, al salir, un miembro de la familia se encargue de revisar las aberturas con detenimiento mientras el resto espera fuera.
Los elementos de seguridad, como las cerraduras, las rejas y las alarmas, disuaden a los ladrones, pero no son las únicas barreras. Tan desalentador como un inmueble protegido es una vivienda donde hay gente o, al menos, donde parece haberla. Una serie de trucos útiles se relacionan con las apariencias y la información que se aporta.
- Apariencias. Hay señales muy claras de que una casa está deshabitada, como las persianas bajadas por completo o la correspondencia acumulada en el buzón. Sólo este último indicador permite determinar, con un simple vistazo, dónde hay gente y dónde no en un edificio. Dejar la llave del buzón a algún amigo, pariente o vecino para que lo vacíe con regularidad resuelve este problema.
En cuanto a las ventanas, es preferible dejar las persianas bajadas hasta una altura media, con las cortinas corridas, para generar dudas a los potenciales ladrones. Si se opta por cortar la electricidad de manera parcial, lo idóneo es comprar un enchufe temporizador, conectar a él una pequeña lámpara o una radio y programar los momentos del día en que se encenderá. De ese modo, simulará cierto movimiento en el interior de la vivienda. Otra opción es dejar las llaves de casa a alguien de confianza para que acuda de forma periódica.
La tecnología es una gran aliada. Además de los enchufes programables, se puede solicitar a la compañía de teléfonos que desvíe a un móvil las llamadas entrantes al fijo de casa. De ese modo, cualquier persona que llame desconocerá que la vivienda está vacía. - Información. La mayor parte de las veces, con el entusiasmo de un viaje o unas merecidas vacaciones, se habla más de la cuenta. Da igual si es con un vecino, un comerciante del barrio, un compañero de trabajo o un amigo: nunca se sabe quién puede escuchar o retener los datos y las fechas que se aportan. Hay que ofrecer la menor cantidad de información posible y a un escaso número de personas. Es preferible hablar sobre el viaje y mostrar fotos a la vuelta. La recomendación es fundamental para los adolescentes y para quienes utilizan redes sociales: no conviene publicar en Internet el lugar de destino ni las fechas. Siempre es conveniente compartir esa información al regreso.
Organizarse antes de partir es fundamental, no sólo en cuanto a las maletas o a los documentos necesarios para el viaje. Para marcharse con tranquilidad, conviene confeccionar una lista con todas las revisiones que deben hacerse antes de partir: luz, agua, ventanas, basura... A medida que se verifican, se marcan en el papel. Es el modo más simple de recordar y seguir todos los pasos importantes.
Es útil llevar anotados los teléfonos de algún vecino y, si es posible, dejar un juego de llaves a alguien responsable que pueda acercarse al hogar en caso de emergencia.