23.5.08

"Nos preocupa la situación de los locutorios"

La nueva ordenanza que regula la actividad en los locutorios de Bilbao ha generado «malestar» entre sus propietarios, en su mayoría, extranjeros. Moulay Dryss, dueño de uno de los 68 locales que funcionan en la villa, tacha la normativa de «injusta. Nos quieren quitar de en medio porque molestamos», dice.

Lleva trece años afincado en Bilbao; desde que vino para cursar su segunda carrera, Ingeniería. Antes de eso, en Marruecos, había estudiado Física, aunque actualmente no ejerce ninguna de las dos profesiones. Cuando decidió quedarse en Euskadi, Moulay Dryss también pensó en «hacer algo distinto», así que montó una empresa con un servicio innovador: el primer locutorio bilbaíno, que aún sigue abierto en San Francisco. Hoy, Moulay posee tres locales en Vizcaya y puede presumir de dar trabajo a nueve personas. Sin embargo, no se jacta.

En realidad, está «preocupado», como los demás propietarios de los locutorios de la villa, que han recibido con «indignación y sorpresa» la nueva ordenanza municipal que endurecerá las condiciones para esta rama de la actividad a partir de septiembre. La iniciativa del Ayuntamiento se basa, por un lado, en las denuncias de algunos vecinos, que se han quejado por el ruido y el 'mal ambiente' que se genera en torno a ciertos locutorios. Por otro, procura ordenar la actividad comercial, impidiendo la venta de productos que no pertenezcan estrictamente a las telecomunicaciones; en especial, los de alimentación y bebidas. A su vez, los nuevos locutorios deberán estar a 200 metros de distancia, como mínimo, de los que ya existen, y deberán cumplir con ciertos requisitos técnicos de insonorización o accesibilidad y uso para minusválidos.

El fundamento resulta muy simple, pero permite unas lecturas complejas. «Los locutorios que no tengan licencia para vender alimentos no podrán hacerlo, y en el Ayuntamiento dicen que es para evitar la competencia desleal con otros comerciantes -expone Moulay-. Lo cierto es que no existe tal competencia, porque los productos que se ofrecen son típicos de nuestros países y no se encuentran en las tiendas de aquí. Además, los ingresos por la venta de alimentos suponen más del 30% del negocio. Está claro que muchos locutorios, cuando pierdan esa rama, cerrarán».

La 'red social'
Y, a juicio de Moulay, «la intención es esa». Además de las llamadas internacionales más baratas y de los productos típicos, la tercera vía de ingresos de estos locales es el envío de remesas. «Es evidente que nos quieren quitar de en medio porque molestamos. Si quisieran normalizar la actividad comercial, debería ser igual para todos. ¿Los estancos tienen licencia para vender golosinas? Y los bancos..., ¿tienen licencia para vender ordenadores y cámaras fotográficas?», se pregunta.

«Lo que pasa -continúa- es que la pobreza vende. Ahora todos quieren ganar dinero con los inmigrantes y con sus necesidades. La ordenanza municipal no contempla la situación de quienes trabajan en los locutorios ni de sus familias. Y tampoco tiene en cuenta que estos establecimientos son mucho más que un sitio para llamar por teléfono a casa». Son lugares donde la gente va también a socializar y a «resolver muchos problemas».

Entre ellos, la búsqueda de trabajo, de un lugar para vivir o de paisanos que residan en Euskadi y que les puedan orientar cuando llegan. «Todo eso es gratuito y va más allá del negocio. Los locutorios constituyen una red social muy importante. Basta con mirar los tablones de anuncios o escuchar un par de conversaciones para darse cuenta de ello». Por esa razón, y porque representan una fuente de trabajo para muchas familias de extranjeros, Moulay se muestra preocupado por la situación, que pone en jaque a los locales existentes y dificulta la apertura de otros nuevos.

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