7.7.07

Mudanza de verano

MUEBLES DE JARDÍN. El buen tiempo nos anima a sacar los trastos de casa. Tanto para quienes disponen de un espacio verde como para los que tienen una terraza o un balcón, las posibilidades de decoración son infinitas

La tradición cristiana sitúa al origen del mundo en el Jardín del Paraíso. La mitología griega recoge manzanas de oro en el Jardín de las Hespérides. El libro sagrado de los musulmanes se refiere muchas veces al Jardín del Más Allá. Y la Historia encuentra una maravilla en los Jardines Colgantes de Babilonia. Si algo tienen en común las religiones y las leyendas son esos espacios verdes de naturaleza terrenal. Lo interesante es que, en la vida real, también se manifiesta esa constante. En Japón, en Grecia y en Roma, en América, con la civilización azteca, y aún más cerca, en Andalucía, con los sultanes nazaríes, las poblaciones siempre han cultivado la cultura del jardín.

Al principio, por supuesto, tenían fines utilitarios. Más que nada, eran huertos con árboles frutales y vegetación comestible. Sin embargo esa tendencia fue cambiando con el tiempo, cuando se empezaron a introducir plantas ornamentales. En España, el quiebro entre ‘útil’ y ‘bello’ nació con la Ilustración y la nueva clase aristocrática, que quería diferenciarse de las clases populares y no sólo a través de los libros. Un método repetido. Ya los antiguos romanos veían a los jardines como «un lujo y un indicador de un estatus, pero también como una necesidad secundaria y un afán», describe Susana Gallego Villalba, de la Universidad Cardenal Herrera.

Y añade una reflexión inquietante por cercana y familiar: «La simple posesión de un jardín, aún reducido, situaba a su propietario a ojos de la sociedad en una posición económica cómoda, sobre todo en una ciudad como Roma, donde la especulación inmobiliaria provocaba la inflación de los precios del suelo urbano». Evidentemente, la Historia no es lineal, sino cíclica. Pero, ¿acaso no hay nada nuevo? ¿No ha cambiado ningún aspecto en materia de jardines? La respuesta es que sí. En la actualidad y en nuestro país, estos espacios no sólo están pensados para la mera contemplación: son una parte más de la casa y, como tal, requiere cuidados, mantenimiento, mobiliario y decoración.

Para aprender a iluminar y amueblar un jardín lo mejor es recorrer las tiendas. La variedad es sorprendente, tanto por diseño como por precio y tamaño, un dato que es de agradecer. No todos tenemos la suerte de poseer un espacio verde de grandes dimensiones y a veces toca conformarse con una pequeña terraza o balcón. La buena noticia es que el mercado mobiliario ha sabido adaptarse muy bien a la realidad de las hipotecas, de modo que hay posibilidades para todos los gustos y esperanza para todos los bolsillos. Distintos comercios afincados en España ofrecen sugerencias para crear el jardín ideal. Y disfrutarlo.

La tienda sueca Ikea, instalada desde hace dos años en Barakaldo, es un inmenso catálogo de ideas. A pesar de que su andadura en España es reciente, se trata de una firma consolidada en su país, con más de seis décadas de trayectoria. Así, detrás de cada objeto o propuesta, hay una amplia plantilla de diseñadores que transportan las tradiciones nórdicas al plano más material. Para los grandes jardines existen muebles y accesorios específicos que, entre otras cosas, invitan al disfrute familiar.

Ejemplo de ello son las mesas de madera pensadas para diez comensales. De aspecto rústico y tacto robusto, estas mesas incorporan dos largos asientos en su estructura y son ideales para colocar en un gran parque sin tener que preocuparse por guardar o mover las sillas. Lo simpático del diseño es que existe uno idéntico, pero a escala, casi como una miniatura. La razón: ¿Qué familia numerosa no cuenta con algunos niños? Claro que, si el grupo no es tan amplio o la cantidad de miembros varía, la solución puede ser una mesa de la serie Äpplarö, que se pliega en ambos extremos según marque la ocasión.

Una sala en el jardín
Otra propuesta que cobra fuerza este verano es llevarse la sala al jardín. O, mejor dicho, montar en él una propia. Para eso, en primer lugar, se necesitan los sillones. En Ikea los hay en varios modelos y materiales, desde madera tratada hasta mimbre o, también, cañas de bambú. De estos últimos, incluso, existe el juego completo, con una mesa que tiene superficie de cristal. En realidad, este material es uno de los favoritos por los diseñadores y los clientes, e incluso hay empresas que lo utilizan en sus confecciones de manera casi exclusiva. La empresa Point SL, afincada en Alicante, sólo emplea «fibras vegetales previamente tratadas». A saber: «Médula de rattán, tireta de caña, pulut y bambú».

En cuanto a los cojines, algunos resultan perfectos para un ambiente veraniego, como los de la colección Grenö, diseñados por Lisel Garsveden. Según relata la creadora, el estampado es «muy simple y muy limpio», ya que «evoca la imagen de los rayos de luz brillando a través de las hojas de los árboles». Los colores claros, como el naranja y el turquesa «dan un aspecto fresco y luminoso», agrega. Lo único que hay que tener en cuenta es acordarse de guardarlos para que no se estropeen con la lluvia. No obstante, los olvidadizos y los perezosos tienen una alternativa: comprar una funda para sillón como la que ofrece La Redoute, en Cataluña, que «se mantiene impermeable durante veinte minutos en caso de dejarse bajo la lluvia».

Pero a la ‘sala exterior’ le hace falta algo más: decoración... y un techo. Ya sea para protegerse del sol o para resguardarse de la lluvia, hay que tener en cuenta dos elementos indispensables: los toldos y las sombrillas. Entre los primeros, Ikea posee distintos formatos y colores, como unos triangulares y muy finos que favorecen la luminosidad, pero evitan el sol directo. En cuanto a las sombrillas, las hay en tamaño ‘macro’ para cubrir completamente la sala: algunos modelos miden hasta 2,60 metros de lado. Para tumbarse Para decorar el espacio, la variedad es infinita.

Las varas de mimbre y madera, los maceteros de terracota, las cañas de bambú y las flores artificiales forman parte de ella, sin olvidar a las alfombras de texturas naturales, confeccionadas con algas y yute. No obstante, un jardín es más que reunión, comida y bebida. Muchas veces este espacio se utiliza para la meditación, el descanso o el ocio en solitario. Las tumbonas, en este aspecto, lideran cualquier demanda, aunque hay una alternativa más exótica para el relax y la siesta: las hamacas. Quien tenga árboles en casa, podrá sentirse en el paraíso y sin viajar a Punta Cana. ¿O acaso nadie ha soñado con mecerse a la sombra de un árbol hasta encontrarse con Morfeo?

La tienda Ikea ofrece una hamaca muy práctica hecha de tela. No obstante, para aquellos que quieran un toque más artesanal existen distintas firmas que se dedican únicamente a este elemento. Un ejemplo: la distribuidora Gangandaluza, con sede en Sevilla, que importa hamacas de algodón confeccionadas en Paraguay... y a mano. Para completar el entorno –y más cuando el terreno es amplio–, se puede recurrir a una pérgola o, por qué no, a un invernadero. La empresa Estanques Plus, de Valladolid, tiene algunos con estructura de aluminio y paneles de policarbonato transparente, mientras que Deck & Garden, en Madrid, ofrece un sinfín de pérgolas hechas con madera de pino y Greendesings tiene todo tipo de modelos de alta calidad para cualquier espacio por pequeño que sea.


Terrazas
En los precios, hay de todo, aunque soñar no cuesta nada. Y este refrán se aplica muy bien a todos aquellos que viven en pisos. ¿Tener un jardín bonito es acaso una utopía? No necesariamente. Las terrazas pueden ambientarse de muchas maneras distintas y llegar a convertirse, sin duda, en el lugar más bonito de la casa. Niké Karlsson, diseñador de Ikea, ha recogido esta realidad y la ha plasmado en su colección Malarö. «Me inspiré en los muebles de principio del siglo XX –dice–. Todas las piezas son de tamaño pequeño para que puedan caber en cualquier sitio, incluso en los espacios más reducidos». Y algo más: «Son plegables, para que sean fáciles de guardar durante el invierno».

Lógicamente, estos muebles (que incluyen mesa, sillas y sofá) son ideales para un pequeño balcón o una terraza y para aquellos quienes aprovechan cada centímetro al máximo. La ventaja de estos recintos es que suelen estar cubiertos. Basta con comprar algunos maceteros bonitos –existen en todo tipo de colores, tamaños y texturas–, colocar en ellos unas plantas bonitas y disfrutar del diminuto jardín urbano. Tal vez no quepan hamacas ni sombrillas de grande dimensiones, ¿o tal vez sí? En Ikea, desde luego, hay una curiosa alternativa: sillones que cuelgan del techo y sombrillas pequeñitas que se ajustan al reposabrazos de cualquier silla playera.


Para la noche

Una idea muy extendida sostiene que los jardines son para disfrutar durante el día, cuando el sol brilla y hay claridad. Pues bien, la idea es falsa. El cobijo de la noche también puede aprovecharse con una buena iluminación, que no tiene por qué ser equivalente a la de un estadio. Ni siquiera a la de una casa. Una tendencia lumínica que cobra fuerza en esta época consiste, justamente, en lo contrario: colocar pequeñas fuentes de luz que den el toque preciso de visibilidad sin estropear ese clima intimista nocturno.

Más todavía, para conseguirlo tampoco es necesario disponer de corriente eléctrica. ¿Sugerencia? Unas velas. «La iluminación y, en especial, las velas, son muy importantes es Suecia», comentan los responsables de Ikea, que algo saben sobre noches eternas. De ahí que la tienda posea una amplísima sección dedicada a este tema, con portavelas colgantes y candelabros de exterior, pensados para proteger el pabilo de la brisa. Muchos son de cristal y de distintos colores, estupendos para combinar y crear un ambiente acogedor.

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