11.10.10

"Ser mujer e inmigrante te obliga a redoblar los esfuerzos"

Para May García, que se marchó de Colombia hace 18 años, «los estereotipos afectan más de lo que parece»

Se marchó de Colombia en 1992, cuando tenía 19 años, con la esperanza de continuar aquí su carrera de modelo. «Me iba bien en mi país y creí que, al llegar a Europa, podría comerme el mundo. Pero no fue así. Me equivoqué». May García tardó poco en descubrir que los cánones de belleza no son siempre universales. «Fue un choque», dice. «El criterio aquí era distinto y, literalmente, yo no daba la talla; no tenía la altura suficiente para desfilar. Es duro que te digan a la cara que no vales».

El contratiempo la desanimó, pero no le impidió seguir adelante. «Ya había hecho el viaje y había pasado por la despedida, que es lo más duro. No podía volver a Colombia sin más, ni quería darme por vencida. Mi meta era progresar, y eso no se consigue en dos días, sino con mucho tesón», subraya. Si algo define a esta mujer, además de su simpatía, es la constancia y el esfuerzo en cada proyecto que emprende.

«Mientras buscaba oportunidades en lo mío, me puse a trabajar en otras cosas. Fui camarera en un restaurante, limpié casas... Y no me importó. Cuando decides buscarte la vida, te tragas el orgullo y sigues». Claro que, si en medio se cruza el amor, la determinación se fortalece. Y eso fue lo que le ocurrió a May, quien, poco después de llegar, conoció al hombre que se convertiría en su esposo y padre de sus dos hijos.

«Éramos vecinos -relata-. Y muy críos. Quizá por eso el romance empezó con escenas como de película. Recuerdo que, al principio, él se paraba en la acera y tiraba piedrecitas a mi ventana, para que yo supiera que estaba ahí y bajara. Nos encontrábamos e íbamos a caminar. Y, después, cuando él pasaba frente al restaurante donde yo trabajaba, siempre intentaba quedarme cerca de la puerta para verlo y saludarlo. Sentía cosquillas en la tripa», confiesa ahora, dieciocho años después.

«Un gesto de confianza»
May y su marido se casaron pronto, conscientes de que «nadie daba dos duros por la relación» y de que aquello era toda una aventura. «No teníamos nada, ni dónde caernos muertos, pero cuando estás con alguien y le quieres no debes pensar en quién es esa persona ahora, sino en quién puede llegar a ser. Todos tenemos potencial para mejorar. La clave es trabajar para aprovechar tus cualidades», reflexiona May, que en la actualidad se dedica a la comunicación y trabaja en una emisora de radio.

Desde hace seis años, May García es la delegada de Radio Tropical en Álava. Además de poner voz a la programación de las mañanas, se encarga de la gestión comercial y las relaciones públicas en Vitoria, donde reside. «Me apasiona mi trabajo y siento que es ideal para mí porque disfruto mucho hablando con la gente y organizando eventos de carácter social, familiar y solidario», dice. También remarca que este trabajo fue una gran oportunidad para ella y «todo un gesto de confianza» por parte de los vascos.

«Aunque la idea de muchos extranjeros es integrarse, está claro que ese camino sólo puede hacerse de a dos. A veces tú pones de tu parte y, del otro lado, no hay respuesta. Por eso me siento muy agradecida porque alguien de aquí creyera en mí como profesional, como persona y sin prejuicios», señala.

«Los estereotipos afectan más de lo que parece. Antes de empezar en la radio, estudié estética, maquillaje y peluquería porque ese mundo, por mi pasado como modelo, me gusta. En un momento incluso abrí un centro estético mixto, pero muchos hombres se pensaban que, por ser latinoamericana, daba masajes de otro tipo. Fue violento y humillante», recuerda. Por eso expresa su «gratitud» hacia la gente que la valora «por lo que soy más allá de dónde haya nacido; defiendo a la mujer y aplaudo al hombre que la respeta», enfatiza. Ser mujer e inmigrante te obliga a redoblar los esfuerzos para demostrar tu valía, y casi nadie se para a pensar que nosotras, la mayor parte de las veces, somos quienes sostienen a nuestras familias, tanto aquí como en los países de origen».



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