Más allá de los objetos, los países, los intereses o las edades, en el mundo del coleccionismo destacan dos perfiles muy claros:
- Los coleccionistas profesionales. Para ellos, su actividad es una inversión, una manera más de obtener dinero, tan válida y eficaz como las operaciones bursátiles o las compraventas inmobiliarias. Su trabajo consiste en acumular las mayores ganancias posibles y, en consecuencia, la elección de los objetos que tienen no se debe tanto al gusto personal como a su cotización en el mercado. La meta es reunir piezas de valor que, llegado el momento, puedan venderse a un mejor precio para ganar dinero. Por tanto, no hay afición ni sentimientos de apego. Sólo negocio.
- Los coleccionistas aficionados. Conforman la mayoría de las personas que se dedican al coleccionismo y enfocan esta ocupación desde otra perspectiva. La tasación económica es muy importante, pero no el único valor que cuenta. Para ellos, coleccionar objetos es una afición. Disfrutan tanto de las piezas en sí como del desafío que conlleva obtenerlas. Por ello, el valor de sus objetos está, sobre todo, en la dedicación y el esfuerzo que les ha costado reunirlos: ser propietarios de una rareza o de una pieza única no sólo implica contar con un bien de cambio valioso, sino que es motivo de orgullo.
Al rentabilizar un lote, la diferencia entre ambos perfiles es clara. Mientras el grupo profesional se desprende de los objetos sin grandes dificultades y obtiene importantes sumas de dinero, el grupo de los aficionados se topa con más problemas:
- Sobrevaloran los objetos de su colección porque, al tasarlos, influyen los factores afectivos o de tiempo. No encuentran compradores dispuestos a pagar la cantidad que piden, ni ellos están dispuestos a considerar una rebaja en el precio.
- Malvenden sus colecciones por no encontrar el canal idóneo para ofrecerlas o por querer cerrar rápido la transacción. Deshacerse de un lote representa una difícil decisión. A menudo, es la última alternativa para obtener dinero. Pero las prisas, tanto para terminar cuanto antes como para conseguir liquidez, no son buenas.
Estrategias de venta
Sacar partido a un lote es difícil. Por ello, antes de hacer cualquier movimiento, visita o llamada, hay que identificar dos cuestiones:
- A quién pueden interesarle los objetos: los potenciales compradores.
- Qué resulta más conveniente: vender la colección completa o desprenderse de piezas concretas.
Determinar estos dos aspectos será de gran utilidad para definir qué estrategia seguir. Quienes mejor pueden apreciar el valor de un objeto o una colección son otros coleccionistas interesados por las mismas piezas. El problema es que mostrar interés no significa tener dinero. De ahí que sea fundamental contemplar alternativas.
Hay objetos que multiplican su precio cuando se venden en conjunto porque la colección les confiere un valor añadido. Es el caso de los llaveros o las pegatinas, que no conseguirán un monto importante en solitario. Sin embargo, otras piezas se devalúan al venderse en grupo y con ellas se puede ganar más dinero por separado. Casi todos los objetos que tienen valor histórico, artístico o económico por sí mismos entran en este supuesto, como los libros antiguos. Aunque se tiende a vender grandes lotes, lo idóneo es clasificar los volúmenes y dejar algunos aparte. Para un incunable, se conseguirá mejor precio por separado que en grupo.
Identificar a los interesados es también crucial. Si la colección es de libros, lo lógico será ponerse en contacto con varias librerías de viejo que sepan apreciar el valor de los textos, su singularidad y su riqueza mejor que en cualquier otro sitio. No está de más ser creativos y considerar otras opciones, al margen de las evidentes. Hay objetos que se pagan mejor en tiendas de decoración que en anticuarios o almonedas. Algunas tiendas se preocupan mucho por el escaparatismo y la ambientación, y pueden comprar o alquilar ciertos objetos para renovar su aspecto. Las ferias temáticas, de antigüedades u otros objetos de culto son el lugar preciso para hacer contactos e intentar cerrar una venta. Mientras, ciertos museos, también temáticos, siempre estarán interesados en ampliar su colección.
Los canales de venta clásicos
El mundo del coleccionismo es uno de los más diversos pero, a pesar de ello, los canales tradicionales de compraventa están bastante acotados. Con el azote de la crisis económica, los intentos de vender piezas y colecciones se han disparado y algunos establecimientos -como las casas de empeño y las tiendas de segunda mano- han cobrado notoriedad y dinamismo. Pero los lugares clásicos para desprenderse de un lote se mantienen. Un coleccionista puede elegir entre:
- Anticuarios y almonedas.
- Tiendas especializadas en los objetos que colecciona.
- Librerías de viejo.
- Museos.
- Casas de subastas.
Salvo en el caso de los museos y las casas de subastas, cuando se opta por alguna de estas alternativas, hay que tener presente que se coloca a un intermediario entre el propietario de la colección y el posible comprador final. Estos, como en cualquier cadena comercial, tienen un coste. Las tiendas, librerías, anticuarios y almonedas sabrán valorar la colección, pero intentarán llegar a un acuerdo que les permita revender los objetos, es decir, que les sea rentable. Por lo tanto, tasarán las piezas a la baja. El contexto de crisis reforzará esa tesitura. Un modo de evitarlo es proponer al dueño de la tienda dejar allí los objetos en consignación y repartir las ganancias de las ventas según un porcentaje pactado. De esa manera, el propietario del local no arriesga su capital y el dueño de la colección no la malvende.
Las subastas son uno de los sistemas más eficaces de venta. La combinación del "objeto de deseo" con el calor de la puja es muy beneficiosa para quien vende. Si a eso se le añade la presencia de un rematador profesional, el resultado puede ser explosivo. Tanto es así, que los beneficios de esas ventas, a menudo, son noticia. ¿Conviene subastar una colección? Sí, siempre y cuando se tengan claras dos ideas:
- El precio de salida debe ser atractivo y, si la puja se estanca, es posible perder dinero.
- Las casas de subastas cobran una comisión. El porcentaje depende del lugar. Lo usual es un 15% del valor de la venta total, pero también hay firmas que cobran por tramos, como el 25% de los primeros 1.000 euros, el 20% de los siguientes 2.000 y el 10% del resto del monto.
El auge de Internet
Internet ha revolucionado, en cierta forma, el mundo del coleccionismo particular. Aunque la venta de colecciones se apoya en los métodos clásicos, la Red facilita el contacto directo entre el vendedor y el comprador, suprime el filtro del intermediario, llega a más personas (también de otros países) y amplía de manera notable las posibilidades de una transacción exitosa. Hay muchas páginas de comercio electrónico, compraventa y subastas que los coleccionistas utilizan con regularidad. Sus iniciativas comerciales comenzaron en estas páginas generalistas (como segundamano o e-bay) y, con el tiempo, han dado paso a la sofisticación y la especificidad de portales ajustados a sus necesidades.
Hay numerosos portales que se dedican en exclusiva a contactar a coleccionistas de España, resto de Europa y del mundo. Funcionan como redes sociales, cuentan con blogs, permiten anunciar piezas en venta... y la diversidad de objetos es tal, que incluso algunas páginas web han necesitado un índice alfabético para ordenarlos. De los autógrafos a los zapatos, los pétalos, la filatelia y las bulas papales, no falta de nada.
Otros portales sí tienen ánimo de lucro, ya que funcionan como intermediarios. Pueden cobrar una comisión por cada venta realizada o una cuota fija mensual por anunciarse, que no aumenta si hay ventas. El primer modelo puede ser útil para las colecciones poco costosas, cuya venta no justifique un desembolso sostenido en el tiempo. El segundo es más conveniente para los objetos o lotes caros, ya que la cuota fija mensual siempre será inferior al porcentaje que cobrará el intermediario. Lo interesante es que las cuotas van de 20 a 100 euros mensuales (según la web) y las comisiones oscilan entre un 2% y un 10% de la venta, de modo que son más favorables que en las tiendas y en las casas de subastas.
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