Organizarse, evaluar varios presupuestos y planificar la mudanza con antelación son factores esenciales para minimizar los contratiemposPara la mayor parte de las familias, una
mudanza representa un cambio de vida en el que se conjugan decisiones y emociones que provocan cansancio, situaciones de fricción y, por lo tanto, estrés. Es normal, cambiar de casa es un reto: supone un desgaste físico, mental y afectivo, además de un desembolso considerable de dinero. La organización y la planificación son claves para no sucumbir ante las cajas, las maletas y los armarios que, a pesar de los esfuerzos, nunca acaban de vaciarse. En este sentido, hay tres cuestiones básicas que deben tenerse en cuenta para minimizar el caos de un traslado: cuándo hacerlo, cómo hacerlo y qué llevar. Prever los tiempos, elegir la empresa o el método adecuado y seleccionar los objetos a conciencia evitará contratiempos, gastos excesivos y desgastes innecesarios.
Cuándo hacer una mudanza
La mayoría de las mudanzas se acometen en los meses de verano, coincidiendo con las vacaciones de los niños y los adultos. De ese modo, se dispone de más tiempo para supervisar los movimientos y realizar todos los pasos previos, los trámites burocráticos de cambio de domicilio, la organización del nuevo hogar y el traslado en sí. No obstante, no siempre se puede encarar una mudanza en el momento idóneo, y por ello es importante determinar cuándo se hará, para contar con cierto margen.
A la hora de fijar una fecha -con independencia del momento del año que sea-, es recomendable hacerlo, al menos, con dos meses de antelación. De ese modo, habrá tiempo suficiente para organizar las cosas de la casa que se deja, pedir varios presupuestos para compararlos con tranquilidad, evaluar si será necesario utilizar un guardamuebles, clasificar los objetos y hacer un inventario en condiciones.
Qué se debe llevar
Quienes hayan pasado por la experiencia de una mudanza -tanto propia como ajena- saben que es una ocasión obligada para desprenderse de muchas cosas que no se usan o no se necesitan y que, por comodidad o por pereza, se acumulan durante años. También deben conocer que no sólo consiste en mover objetos de un sitio a otro, sino que empieza mucho antes del traslado, cuando toca elegir qué se va a conservar, qué se ha de tirar y qué se va a hacer con el resto.
El primer paso es, sin duda, ése: clasificar las pertenencias y deshacerse de todas aquéllas que no se van a trasladar. Las que se encuentren en buen estado -la ropa, algunos libros o ciertos muebles- pueden donarse o venderse. Los electrodomésticos muy antiguos, o que ya no funcionen bien, pueden desecharse en los puntos limpios que hay en todas las ciudades. Lo importante es aligerar el espacio en casa y quitar de en medio todo lo que estorbe y contribuya a aumentar la sensación de desorden.
También es fundamental plantearse si compensa incluir ciertas cosas en la mudanza, o si es más rentable y práctico adquirirlas nuevas, después del traslado. Unos sillones viejos obligarán a contratar más espacio en el vehículo de transporte, y ralentizarán y encarecerán la mudanza. Una vajilla, aunque esté incompleta, requerirá un embalaje especial y un tratamiento más cuidadoso para evitar roturas... Hay muchos supuestos en los que conviene más renovar los enseres que conservarlos.
Una vez que se ha decidido qué cosas se van a conservar, lo siguiente es comenzar a
empaquetarlas. Muchas empresas de mudanzas ofrecen servicios de embalaje y desmontaje de muebles, pero todo lo que se pueda hacer de antemano ahorrará tiempo y abaratará los costes. Además, preparar las cajas y las maletas con tiempo y sin intermediarios ayudará a elegir mejor los objetos y, sobre todo, a elaborar una lista completa de cuáles son y dónde están. En cualquier caso, etiquetar los paquetes y hacer un inventario exhaustivo es imprescindible, tanto para identificar las cajas más frágiles como para evitar que se extravíen cosas en el proceso.
Cómo hacer el traslado
Éste es el punto más delicado, ya que deben considerarse varias cuestiones. No todas las mudanzas son iguales; algunas son más complejas que otras, así que, como primera distinción, habrá que determinar si se hará por cuenta propia o si, en cambio, se requerirán los servicios de una empresa.
Hacer la mudanza uno mismo es más barato, pero más sacrificado. Y no siempre es posible. Para saber si esta opción es viable, hay que evaluar el volumen de trabajo, la distancia que se debe recorrer, los medios de los que se dispone y la relación coste-beneficio. ¿Cuándo conviene? Cuando no hay muchos objetos para transportar, los muebles son desmontables y livianos, los pisos disponen de ascensor o montacargas y la distancia entre uno y otro no es grande. En estos casos habrá que contar con un vehículo adecuado o, en su defecto, alquilarlo. El alquiler de una furgoneta o un furgón ronda 150 euros diarios más los gastos de gasolina, siempre que se recoja y se devuelva en la misma ciudad (y que la fecha elegida no coincida con días festivos).
Contratar una empresa especializada es más caro, pero más cómodo. Y, en general, es lo más práctico. De hecho, cuando hay muebles pesados, objetos valiosos y delicados, gran cantidad de cajas, distancias largas o barreras arquitectónicas en los edificios de llegada o de partida, es la única vía. Delegar en una empresa la mudanza es más descansado, pero exige trabajo previo: antes de poner las cosas personales en manos de terceros, hay que elegir con cuidado, pedir varios presupuestos e indagar sobre el tipo de servicios y las garantías que dan. El dilema pasa, entonces, por saber escoger una empresa que se ajuste a las necesidades, que ofrezca un buen servicio y cobre un precio razonable.
Elegir una empresa
Hay muchas
empresas de mudanzas en el mercado, y cada una maneja precios diferentes y brinda servicios distintos. Unas toman en cuenta la accesibilidad a las viviendas para fijar los presupuestos, y otras no. Ciertas compañías sólo realizan traslados dentro de una ciudad o provincia, pero no llegan a otras comunidades autónomas. Algunas, por ejemplo, cuentan con guardamuebles y hasta lo ofrecen de manera gratuita durante periodos cortos como promoción, mientras que otras sólo se encargan del traslado. La diversidad de propuestas es tal que el precio de una misma mudanza puede variar entre 500 y 1.800 euros, según el lugar al que se acuda. ¿Entonces, qué se puede hacer? ¿Cómo saber cuál es la empresa adecuada?
Costes. Lo primero que hay que saber es que, a pesar de las diferencias, las empresas de mudanzas se rigen por criterios similares a la hora de emitir un presupuesto. En general, tienen en cuenta:
Los responsables de varias empresas consultadas indican que la cantidad de objetos determina la cantidad de embalaje y la clase de vehículo que se va a utilizar para llevarlos de un sitio a otro. También explican que el tipo de objetos (más delicados, más pesados, etc.) incide en que se usen unos materiales de embalaje u otros, así como en la cantidad de personas necesarias para manipularlos. En algunos casos, si la vivienda está en un edificio sin ascensor, o si hay que utilizar una grúa, se cobra un precio adicional. Por ello, es común que las empresas envíen a un comercial a la casa para que vea por sí mismo cuál es el escenario, qué cosas hay que trasladar y pueda dar un presupuesto certero.
Más material de embalaje, más horas de trabajo, más personal y más combustible significan más dinero. Es decir que, como norma, el precio aumentará conforme aumente el volumen de objetos, la dificultad de acceso a la vivienda y la distancia que se deba recorrer.
Servicios. Todas las empresas de mudanzas cumplen su cometido básico: mover las cosas de lugar. Pero no todas brindan los mismos servicios. Como se señalaba antes, algunas se quedan sólo en eso, mientras que otras van a más. Entre estas últimas, destacan las que cuentan con servicio de guardamuebles, las que realizan viajes interprovinciales y las que tienen departamentos de Arte, personal cualificado para trasladar cuadros, esculturas y otras piezas similares, delicadas y valiosas. Es importante recordar que los opcionales se cobran aparte, y que algunas empresas más modestas no transportan objetos de valor por el riesgo que entraña. De ahí que sea crucial averiguar qué ofrece cada una y qué no.
Garantías. En una mudanza, todos los objetos son valiosos. Algunos, por lo que cuestan, y otros, por lo que significan. De ahí que, al confiárselos a una compañía, haya que prestar especial atención a las garantías que ofrece. Como cuestión básica, la empresa debe:
Pero, además de esto, es muy recomendable que cuente con un seguro de bienes que cubra daños, pérdidas y desperfectos de la carga durante todo el proceso de mudanza. En general, son las propias empresas quienes lo ofrecen, aunque conviene recordar que se trata de pólizas básicas; esto es, que no contemplan las piezas que tienen un valor económico o artístico elevado. Si entre las cosas a transportar hay objetos de este tipo, será necesario comunicárselo a la empresa para incluir en el contrato del seguro una cláusula especial.
La empresa de mudanzas idónea es aquella que mejor conjuga los costes, los servicios y las garantías. Y, también, la que mejor se adapta a las necesidades del cliente. Por esta razón, a la hora de comparar presupuestos y elegir, habrá que pensar, primero, qué servicios se necesitan. Y, a partir de allí, ver qué empresas los satisfacen, cuáles dan mayores garantías y cuáles cobran un precio acorde a su trabajo. A modo de consejo: no siempre lo más caro es lo mejor (porque en ocasiones el presupuesto incluye por defecto servicios que no se van a utilizar) y, en contrapartida, tampoco hay que fiarse de las empresas demasiado económicas. Lo barato, muchas veces, sale caro.
Precios orientativos
La siguiente tabla muestra, de manera aproximada, cuánto puede costar una mudanza en función del volumen de carga y la distancia a recorrer.