Las historias de quienes emigran nunca se cierran del todo. En sus relatos no hay un punto final, ni enunciados definitivos ni tampoco un inventario de proyectos acabados. Trasladarse a otra parte del mundo pone de manifiesto que la vida, además de movimiento, es cambio. Y esa dinámica -más que el petróleo- es la que mueve tantos aviones: los que cargan sueños de ida y los que llevan ilusiones de vuelta. «Hay un punto en el que uno siente que ya es hora de cambiar», reflexiona el pianista al comenzar la entrevista. Y, aunque le gusta el tango y la milonga, Mati no habla por hablar: el día 1 de noviembre se va.
Tuvo la misma sensación hace unos años en Buenos Aires, donde intentaba vivir profesionalmente de la música, pero la situación no acompañaba al deseo. Además de la crisis económica general, hubo un hecho particular que cercenó la actividad de los músicos: una tragedia en una discoteca que acabó con las actuaciones en directo.
«Hubo un incendio muy grande en el que murieron casi doscientas personas -recuerda Mati-. Con las investigaciones, descubrieron que esa noche se había superado el aforo permitido y que la sala no tenía todas las condiciones de seguridad; así que el alcalde ordenó clausurar casi todos los locales nocturnos y se redujo el circuito de lugares donde podíamos actuar. Sentí claramente que era el momento de irme», añade.
La difícil coyuntura fue el detonante de su decisión, aunque él ya barajaba esa posibilidad desde antes. «Casi toda mi familia es de origen italiano y yo siempre había tenido la inquietud de conocer mis raíces; siempre había querido recorrer Europa y ver el mundo desde el primer mundo para saber qué aspecto tenía», explica. Con esa idea en la cabeza, y un buen puñado de amigos que vivían en España, Mati se subió a un avión en Buenos Aires y se bajó de él en Madrid.
«Cuando llegué, llamé a mis amigos, y el único que me respondió fue uno que vivía en Bilbao. Él insistió para que viniera. Me dijo que el País Vasco era espectacular, que su gente era maravillosa y que me dejara de rollos con Barcelona o Madrid. Vamos, que debía venir aquí». Tres días después de esa charla, Mati Mormandi se bajó de un autobús en San Mamés. «La ciudad me gustó desde el principio. En seguida entendí que Bilbao era el destino que buscaba, que sería mi casa en Europa. Y, de hecho, así ha sido».
Las estaciones de metro
Desde que llegó, hace cuatro años, se dedicó por completo a la música. «Estuve mucho tiempo tocando reggae en la calle; algo que jamás había hecho antes y que no creo que vuelva a hacer, pero que me permitió vivir de lo que me gusta», señala. Además, «comprobé que el reggae es el género más universal y atemporal de todos, porque engancha a los niños, los jóvenes y la gente mayor por igual. Era el mejor lenguaje para conectar con el público bilbaíno», dice.
Eso, y el tango, que también se ha traducido en aplausos. Su participación en el grupo Buenos Aires 4 Tango lo devolvió al trabajo conjunto y al circuito de los bares de Bilbao. Con el tiempo, Mati ha conquistado un público fiel. Sin embargo, y como dice, «es hora de volver». En su ciudad le esperan proyectos, actuaciones y un disco; por no mencionar a los afectos.
Y él está ilusionado, claro, pero le duele marcharse. «Me compenetré tanto con Bilbao que puedo decirte de memoria todas las estaciones del tren y del metro. Aquí aprendí muchas cosas, como que es imposible estar solo en esta ciudad. A Bilbao le debo, además, los primeros tangos que compuse, o las dos canciones que canto en euskera y que presentaré en Buenos Aires. A veces me pregunto qué voy a hacer con tanto conocimiento de una ciudad, pero la verdad es que todo lo que vivimos nos hace personas y con eso me quedo», dice Mati, cuya actuación de despedida será el día 31 en Haceria Arteak.
1 comentario:
Por ciertoen radio 3 este mes de octubre ha estrenado un porgram de Tango.los domingos a las 12 del mediodía.
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