21.2.08

"Los adultos nos olvidamos de jugar y eso no es bueno"

¿Cuánto tiempo ha pasado desde que jugó por última vez? ¿Cuánto hace que no ríe con ganas? «El juego es un derecho de los niños –dice Mercedes González–. Pero, ¿qué pasa con los
adultos?» Especialista en educación para el desarrollo, esta mujer nicaragüense se dedica a revertir una tendencia común a todos los países: la pérdida del espíritu lúdico entre los mayores de la sociedad. En suma, su trabajo consiste en jugar.

Diseñar políticas educativas es una tarea muy seria porque exige, entre otras cosas, una buena preparación académica y una gran responsabilidad. Sin embargo, estas dos cualidades son totalmente compatibles con otra: la capacidad de mantener una actitud lúdica y abierta hacia la vida. Por eso, cuando Mercedes se presenta no comienza diciendo que tiene una maestría en educación para el desarrollo, ni que ha perfilado currículos en varios países del globo. Lo primero que menciona de sí misma es algo mucho más concreto: «Yo me dedico a jugar».

Precisamente, eso ha hecho el domingo pasado en Barrika, en el marco de un taller organizado por la asociación ADECABI. La consigna, dirigida a mayores de edad, consistía en distenderse, dejar a un lado las corbatas y atreverse a jugar. Pero, ¿cómo? «Con las cosas cotidianas que nunca nos cuestionamos», responde Mercedes. Por ejemplo, con el miedo.

«En esta época, sobre todo después del 11-S y el 11-M, experimentamos la cultura del miedo. Le tememos a casi todo». Uno de esos temores, señala, «es el de no saber quiénes somos». «A veces, cuando hablas, no tienes claro si eres tú mismo o un personaje que te has montado», explica la educadora. Por ello, una de las actividades que propone incluye máscaras como elementos de diversión... Y reflexión, porque «puede que sólo disfrutes de la actividad sin ir más allá, pero también sucede que el cuerpo experimenta muchas sensaciones y acabas cuestionándote las cosas».

De todos los talleres que realiza, sus favoritos son los que protagonizan las mujeres. «Se espera tanto socialmente de nosotras, que la posibilidad de jugar resulta muy liberadora». Una de las propuestas, que Mercedes llama ‘el striptease del dolor’, consiste en aprender a aceptar las partes del cuerpo que no nos gustan, pero de un modo divertido. «Todas tenemos algo que no nos convence. El pecho, las piernas, la nariz, el trasero... Si te fijas con atención, verás que nos movemos y caminamos intentando ocultarlas, y eso cansa, porque no es natural. En el taller hacemos justo lo contrario –relata–. Exaltamos esas partes, rellenándolas con trapos, desfilamos
así y nos reímos mucho. Luego nos quitamos las telas, pero recuperando la feminidad, jugando a sentirnos sensuales sin culpas».

«La risa, remedio infalible»
Una de las secciones del ‘Reader’s Digest’ se titula de esta manera y, aunque es una cita muy breve, encierra una enorme verdad: el acto de reír hace bien. Es catártico. Y es lo que sucede a menudo en los talleres que imparte Mercedes. «Resulta fascinante ver cómo todos, más allá de su edad, su profesión o su sexo, acaban riendo con ganas. Y no son sonrisitas tímidas. Son carcajadas. Al final, es como un coro de alegría», resume.

Lo interesante del caso es que, en ambas márgenes del Atlántico, el resultado es el mismo. «Las diferencias culturales quizá determinen que la puerta de entrada a lo lúdico sea distinta. Pero, una vez que la cruzas, lo que se produce es igual. Los adultos nos olvidamos de jugar, y eso no es bueno; por ello nos sentimos tan bien cuando recuperamos la capacidad». Existen estudios, incluso, que analizan los efectos del juego. «La neurolúdica se dedica a observar lo que ocurre en nuestro cerebro cuando jugamos –explica esta educadora–, y resulta que, cuando lo hacemos libremente, como los niños, todo el cerebro se activa». Expectativas, alegría, movimiento, imaginación... «todo ello se pone a funcionar cuando nos divertimos sin miedo al ridículo». Asimismo, «se liberan muchas endorfinas, que producen sensación de bienestar, y uno se encuentra más a gusto consigo mismo, más equilibrado», explica Mercedes y añade una sugerencia: «Todos deberíamos jugar un rato antes de sentarnos a tomar decisiones».

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