Bryan Adams está cómodo. Se mueve con naturalidad dominando el espacio de un hotel que conoce bien: el Villamagna de Madrid. Éste, como tantos otros ‘cinco estrellas’ en el mundo, lo ha hospedado más de una vez durante sus giras. Pero, además, ha visto nacer algunos de los acordes que componen su último álbum. Su realidad de peregrino en clave de sol es una constante que atraviesa los distintos paisajes de fondo y las ciudades cambiantes.
Noches repetidas de moqueta y minibar. De recitales que terminan, multitudes que se disipan y silencios que dejan oírse en la privacidad del dormitorio. Allí, donde más se vive la soledad del éxito, el temblor de seis cuerdas hace vibrar el aire. Se gestan las ideas y las canciones que empiezan a sonar cuando todos los demás sonidos duermen. Esa es la historia que subyace en este álbum: sus temas fueron creados en el contexto de quien está de paso y pide, para aliviar la garganta, un servicio de habitación.
Lejos de casa, en este hotel de España que ha alojado a sus musas con él, el intérprete canadiense se muestra satisfecho con su último trabajo, que mañana mismo saldrá a la venta.
–¿Cómo se le ocurrió hacer un disco que reflejara la vida del artista en constante movimiento?
–En una gira, la mayor parte del tiempo estás sentado en un aeropuerto o metido en un hotel. Esa era mi realidad. Estaba viajando permanentemente y decidí utilizar de una manera constructiva esos espacios. Con la tecnología que existe hoy, es muy simple.
–Pero, ¿esas canciones podrían haber sido escritas en otras circunstancias?
–La situación me ha ayudado mucho. Es fácil escribir una canción; lo difícil es escribir una que sea buena. Para eso se necesita tiempo y la verdad es que, en mis viajes, me sobra. Es un buen momento para componer, haciéndolo porque quiero, no porque deba hacerlo.
–¿Qué le ofrece un hotel para poder crear?
–Para mí sólo son habitaciones. Paso la mitad de mi vida encerrado en salas como ésta. Mire alrededor, no hay nada aquí. Por eso intento focalizar mi atención en lo que pueda haber fuera. Me motiva el esfuerzo que eso supone.
–¿Y dónde encuentra la inspiración entonces?
–Cuando terminé con la banda sonora de la película ‘Spirit’, en la que también participé con el guión, me quedé con eso de contar historias. Aún hoy sigo pensando en esas historias. Las canciones del disco son como pequeñas películas; cada una de ellas es como un cuento.
–¿Le gusta observar a las personas para narrar situaciones?
–¿Como un pervertido dices? (risas)
–No, como un simple observador.
–Mis temas cuentan las cosas comunes de la gente. El verdadero reto es descubrir cómo decir lo mismo de un modo diferente. Si miras mis letras y entiendes las palabras, verás que esas son cosas que nos pasan a todos. La interacción y el contacto son experiencias comunes. Soy humano; me pasa lo mismo que a cualquiera.
–Hay un tema que describe a un perdedor sentimental. ¿Eso también le pasa a usted?
–En esa canción me burlo completamente de mí mismo. La idea es que la chica es fantástica, elegante, de alta sociedad, y yo sólo soy un muchacho simple que mira la televisión comiendo un sandwich. Ella, en cambio, cena a la luz de las velas y quiere cambiar mi manera de ser.
–Ya, pero, en la vida real, seguro que su nombre y su fama le impiden ser visto como alguien ‘simple’.
–La fama es como las pecas de los perros. Tengo lo que tengo, soy así y no lo puedo cambiar.
–En el álbum refleja la situación de esperar a alguien especial y frustrarse al ver que sólo es el servicio del hotel.
–Sí. La canción es bastante triste, porque habla de esperar a alguien que nunca llega. Esa es la vida de los músicos. Vivimos de gira, dando conciertos y, al llegar al hotel, ¿quién llama a la puerta?, el servicio de habitación. Es como si le diéramos la vuelta a la mirilla y los que están afuera pudieran ver lo que pasa adentro.
–¿El disco es una vuelta a los orígenes?
–Sí. De alguna manera, recupero algo de los años 80, con un sonido más simple; nada más mi banda y yo.
–¿Cómo ha hecho para conservarla a través del tiempo?
–A veces me gustaría cambiarla (risas). Es broma. Como cualquier relación, es difícil mantenerla unida. Me siento orgulloso; son 24 años juntos. Supongo que seré un buen jefe, ja ja.
–(...)
–Hubo un momento en el que me harté de hacer cosas sin pausa, entonces propuse trabajar sólo una semana al mes. Así podríamos dedicar el resto del tiempo a la vida, a la familia. Todos estuvieron de acuerdo con ese planteamiento. Mi álbum refleja todo eso. Habla del amor, y también de la vida.
–Y de la maduración. ¿Cómo ha afectado el paso del tiempo en su trabajo?
–Ya no me presiono con sacar un disco por año ni me importa el éxito. Paso de la presión. Esto es parte de mi planteamiento de futuro. Componer sí, pero compaginando eso con mi vida. No se trata del dinero, pues no me interesa. Se trata de hacer que la actividad se vuelva interesante.
–¿Tiene proyectos inmediatos o volverá a desaparecer por un tiempo?
–Para este disco compuse casi 35 canciones, pero sólo tomé las que sonaban mejor con una banda. Haré un álbum con esos temas que quedaron fuera. Será un disco más íntimo, más sencillo; sólo mi guitarra y mi voz.
–¿Hará gira este año?
–Sí. Tengo previstos varios conciertos, aunque en España tocaré el año que viene.
–¿Qué música le gusta?
–Aunque escucho cosas de ahora, me sigue gustando lo mismo que cuando era joven. Adoro mis discos de Velvet Underground, Led Zeppelin y Jimmi Hendrix.
–Tiene una agenda apretada de entrevistas. ¿Vive la relación con la prensa como una torura?
–No. A veces preferiría que mis canciones hablaran por mí y por sí mismas. Pero me gusta mucho hablar de lo que hago. Además, es parte de mi trabajo.
–¿Hay algo que le interese destacar del álbum?
–Sí, el tema ‘Open Road’, el primer sencillo. Es una canción muy optimista que habla de la libertad y del poder de decisión para elegir un camino en la vida.
–¿Cómo compagina la música y la fotografía?
–Estoy interesado en todo lo que sea creación. Me gusta coger un papel en blanco y componer una canción. Con las fotos pasa lo mismo. El espíritu creador está ahí; es partir de la nada para concebir algo. Es lo único a lo que aspiro.
–¿De qué lado de la cámara prefiere estar?
–Detrás, sin duda.
–¿Y cómo convenció a la reina Isabel ara que se pusiera delante?
–No la convencí. Ella me lo pidió. En los noventa hice un libro de fotografías para colaborar en la
lucha contra el cáncer de pecho. Estuve recorriendo varios sitios haciendo retratos de mujeres, y
ella me llamó. Me dijo que fuera a su casa y yo pregunté: «¿qué casa?». Me respondió: «una pequeñita». Era el Palacio de Buckinham. (risas)
–¿Marca diferencias fotografiar a la realeza?
–No, en absoluto. Todas las mujeres que participaron en ese libro son maravillosas. Y bellas.
–Usted es un hombre comprometido con las causas sociales. ¿Cree que las letras de las canciones también deben tener contenido social?
–No. Sin embargo, las canciones de este disco sí tienen ese mensaje de ‘a ver, vamos despacio, respiremos hondo y tomemos un momento para pensar quiénes somos’. A veces olvidamos lo que somos y lo que hacemos.
–¿Hace alusión a la situación política actual?
–Uff, no. Ya hay demasiados políticos.
–¿Quédó muy lejos el ‘Verano del 69’?
–Mmm... El 69 de la canción nada tiene que ver con la fecha 1969. Yo sólo digo que aquél fue el «verano del amor». En ese sentido, procuro que no esté muy lejos. Lo sigo viviendo. O por lo menos lo intento.