26.10.09

"Si te explican la cultura vasca, la entiendes y te interesa más"

Se llama Mbaye Thiam, aunque todo el mundo en Basauri le conoce como 'Baba'. Es vecino del municipio desde hace casi tres años, cuando cambió Dakar por Euskadi en busca de un futuro mejor. Para este senegalés, que participó activamente en las fiestas de San Fausto y hasta se animó con la sokatira, «lo bonito de vivir en otro sitio es aprender las diferencias culturales».

Va saludando a diestra y siniestra mientras camina hacia el lugar acordado para la entrevista. «¡Aúpa, Baba!, ¿qué hay?» se le oye decir a un vecino. Otro le palmea el hombro al pasar. Más allá, en la acera de enfrente, alguien levanta la mano y sonríe. Aunque parezca el fragmento de un filme, nada tiene esta escena de ficción. Al contrario. La secuencia es parte de la realidad de Mbaye, un senegalés que reside en Basauri y al que todos conocen como Baba.

«Es que estamos en mi barrio...», dice a modo de disculpa. «Yo no soy una celebridad». ¿O tal vez sí? Desde que participó en las fiestas de San Fausto compitiendo con la sokatira, más de un basauritarra lo tiene presente. Especialmente, los niños, que le animaron mucho durante la celebración. «Fue muy emocionante oír mi nombre entre la gente y ver que los pequeños me alentaban», recuerda ahora, sentado en un bar, frente a una taza de café con leche.
«El País Vasco es muy distinto a mi país», dice Baba, que se marchó de Senegal hace tres años y vino directo a Euskadi porque aquí vivía un amigo. «Casi todo es diferente», continúa, y enumera: «El clima, el ritmo de vida, la forma en que se relaciona la gente... Aquí, en general, cada uno va a lo suyo. A veces, las personas no se saludan o cuando les hablas, no te contestan. En mi país, cuando llegas a cualquier pueblo, las familias te abren las puertas, te hacen sentir parte de la comunidad».

Aunque Baba señala estas diferencias, reconoce que hay muchas personas en Basauri que le han hecho sentir como en casa. «Cuando llegué aquí, no conocía a nadie y, lo que es peor, no conocía el idioma. En Senegal se habla francés y otras quince lenguas propias, pero no el castellano, así que, al principio, fue difícil para mí. ¡Imagínate! Llegas a un lugar distinto, con unas costumbres diferentes, no puedes comunicarte, no entiendes lo que te dicen y, encima, eres de otra raza. Aprendes a reconocer enseguida la mirada y los gestos de los demás. Me ha pasado alguna vez eso de entrar a un sitio y que la gente coja el bolso porque teme que le vaya a robar, pero también he hecho muy buenos amigos aquí; he conocido a personas que se interesan por los demás y se preocupan por integrarte. Esas son las que valen y las que compensan los malos momentos. Los otros, que se creen superiores por el lugar de nacimiento o el color de la piel, no me interesan».
Iniciativa de inclusión
Cuando habla de integración, Baba menciona de inmediato a las fiestas patronales del pueblo, que este año contaron con la participación de unos cuantos inmigrantes residentes en Basauri. Una novedosa iniciativa municipal, que contó con la colaboración de la comisión de fiestas 'Herriko Taldeak', hizo posible esa coyuntura. Así, los organizadores del festejo dedicaron un par de jornadas a explicarle a sus vecinos de origen extranjero en qué consiste la celebración de San Fausto y cuáles son sus principales elementos, como la escarabillera, la bajada, el zurrakapote o el diseño de las lonjas, entre otros.

Ese gesto de acercamiento tan simple permitió que muchos inmigrantes como Baba comprendieran mejor la fiesta y hasta quisieran formar parte de ella. «Otros años, yo veía a la gente en la calle, pero me quedaba fuera de la celebración. No la entendía y no me interesaba. Este año fue diferente porque, si te explican la cultura vasca, la entiendes y te interesa más. Pasaría lo mismo si alguien de aquí fuera a vivir a mi país: no entendería nada y se quedaría aislado. Sin embargo, cuando alguien te guía, logra entusiasmarte», razona Baba. Y agrega: «Por eso me vestí con el traje típico de las fiestas y participé en la competición de sokatira. Considero que si una persona se toma la molestia de explicarte algo, debes corresponderle de algún modo. Además, me gusta aprender cosas nuevas... Te aseguro que dentro de un tiempo me verás hablando en euskera».

19.10.09

"Los primeros tangos que escribí se los debo a Bilbao"

Mati Mormandi vive en Bilbao desde hace 4 años. Llegó aquí por un amigo, pero la ciudad le cautivó. «Desde el principio entendí que ésta sería mi casa en Europa; y de hecho, siempre lo será», subraya. Este pianista y compositor argentino pasa la vida entre actuaciones y con las maletas a medio hacer. En un par de semanas regresa a Buenos Aires, donde grabará un disco. «Es hora de volver, aunque duele», reconoce.

Las historias de quienes emigran nunca se cierran del todo. En sus relatos no hay un punto final, ni enunciados definitivos ni tampoco un inventario de proyectos acabados. Trasladarse a otra parte del mundo pone de manifiesto que la vida, además de movimiento, es cambio. Y esa dinámica -más que el petróleo- es la que mueve tantos aviones: los que cargan sueños de ida y los que llevan ilusiones de vuelta. «Hay un punto en el que uno siente que ya es hora de cambiar», reflexiona el pianista al comenzar la entrevista. Y, aunque le gusta el tango y la milonga, Mati no habla por hablar: el día 1 de noviembre se va.

Tuvo la misma sensación hace unos años en Buenos Aires, donde intentaba vivir profesionalmente de la música, pero la situación no acompañaba al deseo. Además de la crisis económica general, hubo un hecho particular que cercenó la actividad de los músicos: una tragedia en una discoteca que acabó con las actuaciones en directo.
«Hubo un incendio muy grande en el que murieron casi doscientas personas -recuerda Mati-. Con las investigaciones, descubrieron que esa noche se había superado el aforo permitido y que la sala no tenía todas las condiciones de seguridad; así que el alcalde ordenó clausurar casi todos los locales nocturnos y se redujo el circuito de lugares donde podíamos actuar. Sentí claramente que era el momento de irme», añade.

La difícil coyuntura fue el detonante de su decisión, aunque él ya barajaba esa posibilidad desde antes. «Casi toda mi familia es de origen italiano y yo siempre había tenido la inquietud de conocer mis raíces; siempre había querido recorrer Europa y ver el mundo desde el primer mundo para saber qué aspecto tenía», explica. Con esa idea en la cabeza, y un buen puñado de amigos que vivían en España, Mati se subió a un avión en Buenos Aires y se bajó de él en Madrid.

«Cuando llegué, llamé a mis amigos, y el único que me respondió fue uno que vivía en Bilbao. Él insistió para que viniera. Me dijo que el País Vasco era espectacular, que su gente era maravillosa y que me dejara de rollos con Barcelona o Madrid. Vamos, que debía venir aquí». Tres días después de esa charla, Mati Mormandi se bajó de un autobús en San Mamés. «La ciudad me gustó desde el principio. En seguida entendí que Bilbao era el destino que buscaba, que sería mi casa en Europa. Y, de hecho, así ha sido».

Las estaciones de metro
Desde que llegó, hace cuatro años, se dedicó por completo a la música. «Estuve mucho tiempo tocando reggae en la calle; algo que jamás había hecho antes y que no creo que vuelva a hacer, pero que me permitió vivir de lo que me gusta», señala. Además, «comprobé que el reggae es el género más universal y atemporal de todos, porque engancha a los niños, los jóvenes y la gente mayor por igual. Era el mejor lenguaje para conectar con el público bilbaíno», dice.
Eso, y el tango, que también se ha traducido en aplausos. Su participación en el grupo Buenos Aires 4 Tango lo devolvió al trabajo conjunto y al circuito de los bares de Bilbao. Con el tiempo, Mati ha conquistado un público fiel. Sin embargo, y como dice, «es hora de volver». En su ciudad le esperan proyectos, actuaciones y un disco; por no mencionar a los afectos.

Y él está ilusionado, claro, pero le duele marcharse. «Me compenetré tanto con Bilbao que puedo decirte de memoria todas las estaciones del tren y del metro. Aquí aprendí muchas cosas, como que es imposible estar solo en esta ciudad. A Bilbao le debo, además, los primeros tangos que compuse, o las dos canciones que canto en euskera y que presentaré en Buenos Aires. A veces me pregunto qué voy a hacer con tanto conocimiento de una ciudad, pero la verdad es que todo lo que vivimos nos hace personas y con eso me quedo», dice Mati, cuya actuación de despedida será el día 31 en Haceria Arteak.

15.10.09

Servicio de reserva de taxis: ¿registran nuestros datos personales?

Las compañías pueden almacenar los datos de sus clientes, pero antes deben notificarles el uso de estos ficheros y su finalidad

Solicitar un servicio de taxi por teléfono es una operación sencilla y habitual en cualquier ciudad. Basta con llamar a una compañía, indicar la dirección a la que debe acudir el coche y esperar. Nada hace pensar a los usuarios que esta petición entraña un mecanismo complejo. Casi nadie tiene en cuenta que esa llamada implica un contrato verbal, es un acuerdo entre dos partes mediante el cual la empresa se compromete a enviar un vehículo y el cliente, a utilizarlo. Una vez que acaba el viaje y el pasajero paga al conductor, el acuerdo finaliza. Los problemas surgen cuando uno de los dos incumple con su parte del trato, es decir, si el taxi tarda más de la cuenta en llegar o si la persona que lo ha solicitado no espera y se marcha. Aunque en ese momento no hay consecuencias se pueden producir después, cuando el mismo usuario requiera de nuevo los servicios de la empresa. En el último año, un gran número de personas de distintas partes de España ha denunciado que, tras protagonizar situaciones como ésta, las compañías de taxis habían conservado sus datos personales para reclamarles el dinero del viaje fallido o para negarse a enviarles un coche en futuras ocasiones, incluso meses después del incidente. Estos usuarios -que han tramitado denuncias en diferentes organizaciones de consumidores- se quejan de que las empresas de radiotaxi confeccionan "listas negras" de clientes, unos ficheros que registran los casos más problemáticos.

Dinero y seguridad
Las compañías de taxi aseguran que no disponen de esas bases de datos. Es más: se han quejado del acoso y de la tergiversación de la realidad. El presidente de la Asociación del Taxi y Radio Taxi de Córdoba, Miguel Ruano, asegura que no hay ninguna lista física de ese tipo. Sin embargo, cuando un usuario no hace uso de algún servicio solicitado, se registra su número de teléfono para recordarle en las próximas llamadas que no utilizó el taxi y que debe pagar el importe de la carrera. Este mecanismo -y su justificación- no es exclusivo de esta ciudad ni de esta asociación, sino que se repite en otras asociaciones de taxi españolas.

Los distintos profesionales consultados para este reportaje coinciden con el planteamiento de Ruano y añaden que, además del aspecto económico, destaca el factor de la seguridad. Conservar el número de quien ha causado problemas en el pasado puede evitar que se repitan los inconvenientes en el futuro. Jaime González, portavoz de la Asociación Gremial de Auto-taxi de Madrid, matiza que cuando una persona llama a la central, su número aparece reflejado. Si es la primera vez que lo hace, no hay datos. Pero si ha solicitado un taxi con anterioridad y se ha dado alguna incidencia, se deja una anotación. De ese modo, cuando este cliente vuelve a llamar no se le brinda el servicio. Esta medida es la respuesta a situaciones extremas, como los casos que han puesto en peligro la seguridad del conductor. Si hay una deuda pendiente, se informa al usuario de ésta y se le envía el vehículo.

¿Es lícito conservar los datos de un cliente, su nombre y número de teléfono, tras haberle brindado un servicio? Dejar constancia de las incidencias asociadas a una persona, ¿no implica la sistematización de información y, por tanto, la creación de un fichero? ¿Qué marca la ley? ¿Es legal o la protección de los conductores vulnera la protección de datos? ¿Qué tipo de situaciones pueden provocar que alguien sea "fichado" por una empresa de radiotaxi? La Agencia Española de Protección de Datos (AEPD), el magistrado de la Audiencia Provincial de Barcelona Miguel Ángel Gimeno Jubero y profesionales del taxi de distintas ciudades ayudan a encontrar las respuestas.

Cómo se activa el mecanismo
El motivo más frecuente por el que nace la polémica es el dinero. Mantener una deuda pendiente con la empresa de radiotaxi es la causa más habitual de ingreso en ese fichero conocido como "lista negra". Los montos, en general, son mínimos -entre tres y cinco euros-, pero suficientes para que la compañía conserve los datos de la persona. ¿El objetivo? Cobrar la cantidad adeudada. Los taxistas subrayan que no hay acoso o persecución hacia quien debe un importe. Se anota la incidencia por si el cliente vuelve a pedir un coche.

Contraer una deuda de este tipo es común, sobre todo porque el origen es una situación cotidiana: solicitar un taxi y montarse en otro por impaciencia o por equivocación. En el primer supuesto, explica Jaime González, al cliente se le cobra ese viaje fallido cuando requiere de nuevo los servicios de la empresa. Si, por el contrario, es un error, se aclara y no hay más problema. El portavoz de la asociación madrileña insiste en que éste es un escenario habitual que no supone mayores inconvenientes.

Otras situaciones favorecen la inclusión en esa "lista". Éste es el caso de las personas que estaban ebrias cuando solicitaron un taxi, quienes sufren problemas de incontinencia, los pasajeros con una higiene corporal deficiente o quienes requieren un taxi para volver del mercado con alimentos que pueden ensuciar el maletero, como ocurre con el pescado. Cuando un taxista se enfrenta a una situación desagradable solicita a la base que registre el nombre, el teléfono y la dirección del cliente.

Estas situaciones pueden hacer pensar en otros motivos de inclusión en una "lista negra": desde prejuicios hasta cuestiones como el trato personal. Sin embargo, más allá de los casos extremos o anecdóticos, una razón fundamental por la que se guarda información es la seguridad del conductor. En la mayoría de las ciudades, los taxistas evitan transitar por ciertas zonas que consideran peligrosas (barrios marginales, sitios apartados, lugares conflictivos o con altos índices de delincuencia).

La zona gris de la legalidad
Nadie duda de que el planteamiento de los conductores es razonable, sobre todo en los supuestos que atañen a su seguridad, ahora bien, ¿la confección de un fichero con datos que se apoya en el sentido común es legal? Trabajar al volante de un taxi implica exponerse al peligro de la calle, y más de noche, cuando se producen el 90% de los robos y episodios de violencia.

El gabinete jurídico de la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) ha elaborado un informe al respecto. Según este documento, aunque una compañía de radiotaxi necesita recabar los datos del cliente para brindarle el servicio, no tiene por qué conservarlos una vez que el mismo ha terminado. Si lo hace y no informa de ese hecho la persona, la empresa viola la ley. Vulnera el artículo 4.5 de la Ley Orgánica 15/1999 de Protección de Datos de Carácter Personal que establece que estos "serán cancelados cuando hayan dejado de ser necesarios o pertinentes para la finalidad para la cual hubieran sido recabados o registrados". Es decir, para enviar el taxi al lugar donde se ha solicitado.

Del informe de la AEPD se desprenden varias cuestiones. La primera: en el caso de los radiotaxis, es lícito (e imprescindible) pedir la información del cliente para atenderle. La segunda: aunque eso implica el tratamiento de datos de carácter personal, no es necesario el consentimiento expreso del usuario, ya que esa información se refiere "a las partes de un contrato o precontrato de una relación de negocios, laboral o administrativa y son necesarios para su mantenimiento o cumplimiento". No es posible enviar un vehículo sin saber a dónde debe dirigirse, quién lo pide y cuál es el teléfono de contacto. Hasta aquí, no hay inconvenientes ni escollos legales. El problema comienza cuando la empresa conserva la información del cliente y la utiliza para un fin distinto al original, como cobrarle una deuda pendiente o no volver a prestarle sus servicios.

Mientras sea el taxista quien maneje la información personal, no hay nada que objetar, ya que está en su derecho de negarse a prestar un servicio. En ese caso, la decisión forma parte de su libertad como persona, indica el juez. Ahora bien, confeccionar una lista de grupo con la información de los clientes sin que estos tengan conocimiento de ello, sí entra en conflicto con la Ley de Protección de Datos.

Sin conocimiento del interesado es ilegal
No es ilegal crear una base de datos, sino hacerlo sin conocimiento y consentimiento expreso de los afectados. La Ley que cita Gimeno Jubero es muy clara al respecto. Cuando se solicitan sus datos a una persona, es obligatorio informar antes, "de modo expreso, preciso e inequívoco, de la existencia de un fichero o tratamiento de datos de carácter personal, de la finalidad de la recogida de estos y de los destinatarios de la información". Es preciso explicarle cuáles son las consecuencias de la obtención de esos datos o, por el contrario, de la negativa a suministrarlos. Las compañías de radiotaxi podrían confeccionar bases de datos o "listas negras" sin vulnerar la ley si, al atender al cliente, le explicaran que esos datos que le piden serán almacenados para evitar situaciones de morosidad o de inseguridad, entre otras.

Sin embargo, las empresas de radiotaxi no comunican esta cuestión al usuario. Por este motivo, cuando los clientes comprueban que han sido inscritos en una lista sin su consentimiento, tienen pleno derecho para denunciar la situación. Si éste es el caso, hay tres vías posibles. La primera, dirigirse a alguna asociación de consumidores y usuarios. La segunda, presentar una queja formal en el ayuntamiento correspondiente, ya que las licencias las otorgan los consistorios y las sanciones administrativas son de carácter municipal. La tercera vía consiste en denunciar los hechos ante la Agencia Española de Protección de Datos, que dispone de un canal ciudadano destinado a tales efectos.


12.10.09

"Salir al mundo multiplica el valor de tu vida; te hace crecer"

Se marchó de su país hace tres años, cuando la situación política de Bolivia puso en jaque su carrera. «Las alternativas se habían vuelto demasiado radicales y a mí no me convencía ninguna. Eso supone un problema cuando trabajas en un gobierno municipal», dice Guido, que emigró para progresar, estudiar y darle una vida distinta a sus hijos. Aquí, subraya, «hay más igualdad social».

Extrovertido y locuaz, Guido Limpias lleva el verbo en los genes. Le gusta hablar, conversar con la gente, y ese don de la palabra le acompaña desde siempre. Quizá por ello empezó a trabajar en los medios cuando apenas era un chaval. A sus diecisiete años se estrenó en la radio y, poco después, en la televisión, donde ejerció de periodista deportivo. Tenía sólo 21 años cuando le ofrecieron encargarse de las relaciones públicas a nivel municipal y, a pesar de que era un crío, aceptó.

«Ya tenía un empleo público y estaba muy satisfecho desde el punto de vista laboral, pero yo quería algo más; quería seguir una carrera y convertirme en profesional -dice Guido-. Trabajar como funcionario despertó en mí la curiosidad por el Derecho, así que a los siete meses me apunté en la universidad. No era fácil compaginar las cosas, pero lo hacía», recuerda.

Las perspectivas eran buenas para él en Santa Cruz, la ciudad donde vivía. Sin embargo, la situación política, la económica y la personal empezaron a cambiar. «En el plano político había una tensión creciente. Las posturas de Evo Morales y los latifundistas eran contrapuestas, demasiado radicales, y a mí no me convencía ninguna de las dos. Eso supone un gran problema cuando trabajas en un gobierno municipal».

El razonamiento de base era simple: «Si yo seguía donde estaba, no podría ser neutral. Y si elegía un sector, cualquiera, iba a ganar muchos enemigos. La verdad, no compensaba». Tampoco el sueldo. Casado y con dos hijos pequeños, los números no cuadraban. «Uno siempre sueña cosas, tiene metas y utopías, pero llega un punto en el que debe afrontar el hecho de que no todo es posible. Una cosa es lo que quieres ser y otra distinta es lo que puedes hacer. Y así, tal como estábamos, no íbamos a ninguna parte».

Elegir una ciudad
Tras hablarlo con su mujer, Guido tomó la decisión de venir. Las familias de ambos ya estaban aquí -la de ella en Bilbao; la de él, en Madrid- y, animado por ese contexto, puso un pie en el avión. «Lo único que pensé al subir fue en el reencuentro con los míos. No tenía un plan trazado, ni un destino puntual ni nada. Mi objetivo era trabajar, vivir tranquilo y terminar la carrera», relata.

Su avión llegó directo a Madrid, donde vivió hasta que llegó su mujer con los niños. «Su avión tenía como destino Bilbao y yo viajé hasta aquí para recibirlos», cuenta. Así fue como conoció a la capital vizcaína. «Al comienzo, cuando recién llegas, tienes una idea preconcebida de España. No te das cuenta de la diversidad cultural que hay, de lo heterogéneo que es el país, hasta que vives en él y conoces de primera mano el entorno y sus matices», señala. «Como ocurre con todo, una cosa es lo que te cuentan y otra distinta lo que realmente sucede. Por eso salir al mundo multiplica el valor de tu vida; te hace crecer. Ganas en conocimiento y en riqueza personal, pues aprendes las tradiciones de una cultura distinta a la vez que transmites la tuya», agrega.

Guido y su esposa tenían afectos aquí y en Madrid, pero eligieron quedarse en Euskadi. ¿La razón? Los propios vascos. «Fuimos muy bien recibidos y sentimos una calidez y una cercanía especiales. Hay mucha gente de aquí que tiene familia en Latinoamérica y que se interesa por cómo es la vida allí. Nuestros hijos, entre tanto, se han integrado. En la escuela, la educación es muy buena y los niños no hacen diferencias entre ellos. No se fijan en el color de la piel o el bocadillo que llevan para comer en el recreo. En Bolivia, por desgracia, la desigualdad social se nota hasta en eso; los propios niños discriminan», dice. «Además -añade-, aquí conocí el mar. Fui a la playa de Sopelana en invierno y me descalcé para pisar la arena. No me importó que el agua estuviera fría. Quedé sobrecogido de tanta belleza».

7.10.09

"Con las hipotecas hay que regular la dación en pago y garantizar el acceso a la justicia gratuita"

Lucía Martín portavoz de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH)

Algunos síntomas revelan que el sueño de la casa propia se ha convertido en una pesadilla. Son los problemas reales de quienes ya no pueden pagar sus viviendas. Desempleo, recorte de ingresos y preocupación. Deudas que crecen a la par que la ansiedad. Amenaza de desahucio y de embargo. Procesos legales que se ponen en marcha. Letras de cambio y letra pequeña. Angustia, impotencia, falta de información e, incluso, vergüenza. A raíz de esta situación -la morosidad hipotecaria alcanza ya el 3%-, un grupo de ciudadanos se ha organizado para dar visibilidad al drama humano que esconden las cifras. Desde febrero de este año, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca PAH) denuncia las "situaciones de injusticia" que sufren muchas familias en España. El objetivo: ayudar a sus miembros, promover cambios legales y "luchar para que la vivienda deje de ser un negocio y un objeto de especulación".

¿Ha aumentado el número de miembros de la plataforma en los últimos meses?
Sí. Empezamos pocas personas y, en este momento, somos más de 300, con sus respectivas familias.
Ustedes trabajan en Barcelona, ¿les llaman de otras provincias y comunidades para pedir ayuda o consejo?
El drama de la gente que tiene una hipoteca, pero no puede pagarla y está al borde del desahucio es cada vez mayor y se produce en toda España ya que, en su día, se motivó para hipotecarse. El mensaje fue general, así que escriben personas de distintos lugares.
En términos generales, ¿cuál es el perfil de los miembros de la plataforma?
Aunque hay personas que viven solas, la mayoría son parejas con hijos. Es gente trabajadora que ha perdido su empleo o que percibe una renta muy baja y ya ha llegado al punto en el que no puede pagar más. Son personas honestas que hacen todo lo posible por cumplir con sus obligaciones, pero no encuentran la manera. Cuando contactan con nosotros, están al límite.
¿Son todos los casos extremos?
Hay algunos más graves que otros, pero todos son muy problemáticos. No llega nadie porque un mes le venga mal pagar la hipoteca; plantean que no pueden dejar de comer para pagar el piso. A menudo están deprimidos, preocupados y aislados; no saben a dónde acudir. La mayoría se sienten avergonzados por no poder hacer frente a las cuotas. Muchos desconocen las condiciones del contrato que firmaron con el banco, por lo que cuando se enfrentan al problema, no saben qué hacer.

¿No es responsabilidad del usuario informarse acerca de los papeles que firma?
Sí, por supuesto, ya que las personas firman de modo voluntario. Pero también es cierto que los bancos explican las cosas de un modo muy superficial. Una persona de a pie, sin conocimientos legales o técnicos, se fía de la entidad y firma. La gente ha rubricado auténticas estafas, y lo más grave es que son legales.
¿A qué se refiere?
Entre otras, a las "cláusulas suelo", que limitan la variación del interés a la baja. Los bancos nunca pierden, aunque el Euribor se desplome.
A juicio de la Plataforma, ¿cuál es el principal problema?
La falta de información. No hay que olvidar que, hasta hace poco, había un único mensaje: "La mejor opción es comprar". La cuota de una hipoteca valía prácticamente lo mismo que la mensualidad de un alquiler y, además, si en algún momento no se podía pagar, el problema se solucionaba con la venta del inmueble. Ahora, el contexto ha cambiado. Con la crisis, los pisos ya no se venden; quedan en evidencia los fallos del sistema y las gravísimas consecuencias de la morosidad.
¿Qué proponen para revertir la situación?
Exigimos regular la dación en pago, como en Estados Unidos, donde la gente que no puede pagar entrega las llaves de su casa al banco y, de ese modo, cancela la deuda.
En España no es así, y esto es algo que no todos conocen. El piso va a subasta y, por regla general, el propio banco lo compra por el precio mínimo legal, que equivale al 50% del valor de tasación. Esto significa que, además de quedarse sin casa, se adeuda a la entidad la otra mitad del dinero.

Sin embargo, ha habido casos de dación en pago.
Sí, pero puntuales. No hay un marco legal que obligue a los bancos a aceptar esta figura jurídica y las entidades no quieren viviendas, sino cobrar el dinero que han prestado. En ese punto, no hay escrúpulos. Después de llamar mil veces al cliente para recordarle que debe dinero, de enviarle cartas o de presionarle, si no puede pagar le ejecutan la vivienda. Es decir, pierde su casa, se queda con una deuda, y el banco para cobrarla le embarga todo lo que tiene y una parte de la nómina.
¿Hacen falta cambios legales?
Sin duda. Y también garantizar el acceso a la justicia gratuita. Ésa es otra reivindicación, porque además de perder la vivienda y el dinero que se ha invertido en ella, aparte de la deuda y los embargos, están las costas del proceso de ejecución hipotecaria que, en algunos casos, han llegado a los 70.000 euros. Los abogados de oficio son para situaciones tan extremas que excluyen a la mayoría de las familias, pero eso no significa que éstas puedan pagar los honorarios de un bufete. Cuando se cae en un pozo así, es muy difícil salir. ¿De dónde sacar el dinero para vivir y pagar las deudas? ¿Cómo hacer para empezar otra vez? Esto es lo más triste: no hay manera de empezar una nueva vida.
¿Han logrado avances desde que se constituyó la plataforma?
Ha habido acciones y contactos, pero la plataforma no es una asociación de consumidores, ni busca resolver casos puntuales. El objetivo es encontrar soluciones colectivas y esto exige que haya modificaciones legales y posicionamientos políticos. Ninguna de esas cosas se consigue en dos días, pero se da visibilidad al problema y se evita que los responsables miren para otro lado.
¿Y hacia el interior, de qué manera ayudan a los miembros?
En el ámbito interno, hay varias líneas de trabajo. Una de las más importantes es brindar información. La mayor parte de las personas que acuden a nosotros desconocen en qué punto del proceso se encuentran, qué va a pasar con sus viviendas y qué pueden hacer. Contamos con el apoyo de abogados que asesoran y orientan a los miembros de la plataforma. Además hay ayuda mutua.

¿Cómo se organiza?
Celebramos una reunión semanal en la que cada uno aporta sus conocimientos, cuenta su caso, sus avances y, si cabe, explica a los demás cómo ha conseguido resolver sus problemas. La idea es dar herramientas y recursos útiles. Muchas veces se ayuda a redactar las cartas para el banco o se sugiere cómo acudir a la entidad para notificar que ya no se puede pagar. Ése es un momento muy duro para cualquiera, tanto por lo que significa, como por la sensación de fracaso, así que se intenta acompañar a las personas durante ese tiempo. Contar con el apoyo de un grupo de gente organizada hace que el banco les atienda de otra manera.

5.10.09

"Cualquier meta es posible si te empeñas en conseguirla"

Víctor Hugo Garrido es ciclista paralímpico; un deportista de élite que se ha hecho a sí mismo y que el mes pasado, en Italia, se alzó con el campeonato mundial. «Esta medalla es el premio a muchos años de trabajo y representa mi gratitud hacia quienes me ayudaron, tanto en mi país como en Euskadi», dice este venezolano que reside en Bilbao, mientras enseña orgulloso el oro.

La casa de Víctor Hugo se asemeja a un museo del deporte. En el salón, junto al sofá, descansan dos bicicletas. En el centro, sobre la mesa, un centenar de recortes de prensa repasa su trayectoria. Más allá, en la pared, la estantería se engalana de trofeos y, en el extremo de la habitación, varias medallas relucen tras el cristal de una vitrina. Si de atesorar momentos se trata, él conserva hasta las flores que le han dado. Difícil imaginar que, a pesar de tantos ramos, la vida de este ciclista no ha sido un camino de rosas.

Su historia personal y deportiva van unidas desde que un accidente de moto le dejó discapacitado. Un choque frontal con otra motocicleta y una mala atención médica provocaron que Víctor Hugo perdiera su pierna izquierda cuando tenía 23 años. «Fue un antes y un después -recuerda-. Cuando te pasa algo así, tu mundo se desmorona. Te deprimes, las relaciones familiares se resienten y se desequilibra todo tu entorno. Sentí que estaba en un túnel de oscuridad y tristeza, pero también hubo un despertar», matiza el ciclista. Aquel fue el comienzo de su carrera.

«Desconocía el mundo de la discapacidad; no tenía ni idea de cómo era. Pensaba que, al estar así, el sistema debería facilitarme herramientas para llevar una vida normal. Una prótesis, una silla, hubieran hecho la diferencia. Pero, de eso, no hubo nada. Allí, las personas discapacitadas que no tienen dinero terminan muchas veces condenadas a la mendicidad, a pedir limosna, a vivir en la calle y dar lástima. Y yo me rebelé contra eso. Yo quería seguir siendo la persona que era, quería trabajar, mejorar, valerme por mí mismo», enfatiza.

Aquella «revolución interior», como él mismo la denomina, se canalizó a través del deporte; aunque no fue una bicicleta, sino un par de muletas, lo primero que utilizó para abrirse paso en el mundo. Víctor Hugo corrió maratones -entre ellas, la de Nueva York, en 1987-, se animó con el duatlón, el triatlón y, para reivindicar los derechos de las personas con discapacidad, recorrió Venezuela divulgando una ley de integración. La pierna ortopédica que no podía pagarse llegó después, gracias a la entonces Miss Universo y alcaldesa de Chacao Irene Sáez, que confió en él y le ayudó a financiar la prótesis. Víctor Hugo viajó a Estados Unidos y, arropado por la comunidad venezolana de Miami, empezó a practicar ciclismo. Su esfuerzo le llevó hasta los Juegos Paralímpicos de Sydney, donde quedó décimo.

Apoyo vasco
La experiencia le confirmó que tenía aptitudes pero, también, que le faltaban recursos y técnica. «Descubrí que el ciclismo está en Europa, que el calendario internacional y las competiciones más importantes están aquí», dice. Y, como él quería superarse, juntó valor y se atrevió a venir. «Empecé viajando a torneos puntuales hasta que, finalmente, me quedé». De aquello han pasado cuatro años y la elección de Bilbao no fue casual. «Aquí existe una gran afición por el ciclismo y hay un fuerte compromiso social. Cuando vine, vi que toda la ciudad estaba cambiando, que apostaba por el desarrollo y por la integración de la discapacidad. Me acuerdo que pensé: 'yo quiero formar parte de esto'».

Aunque Víctor Hugo representa a su país y, como deportista de élite, recibe apoyo de Venezuela, reconoce que, sin los vascos, no habría llegado adonde está. «La fundación Bat Basque Team creyó en mí y me apoyó muchísimo. Eso, para un deportista, es fundamental. Yo no quiero ayudas de emergencia social o por discapacidad, porque considero que no te dan la oportunidad de ser productivo, sino que te incitan a estancarte y esconderte. Tampoco quiero dar lástima porque aquí hay muchos avances para los discapacitados», relata. «Mi mensaje es otro», subraya. «Yo quiero contarle al mundo que cualquier meta es posible si te empeñas en conseguirla».