Alfonso Rojas es uno de tantos inmigrantes 'accidentales', ya que cuando vino a Bilbao, allá por noviembre de 2007, no tenía previsto quedarse más de un año, el tiempo que iba a durar su máster. «Siempre había tenido la ilusión de estudiar fuera de Colombia y hacer una especialización en otro país -explica-, así que cuando surgió la oportunidad de cursar el posgrado en Derechos Humanos de la UPV, viajé aquí sin dudarlo».
Pero los planes iniciales casi siempre varían, no se corresponden al cien por cien con la realidad. Y el caso de Alfonso no fue la excepción, pues hubo un matiz no previsto: el País Vasco le enamoró. «Me sentí muy bien aquí desde el principio, tanto con la gente como con la calidad de vida. Cuando terminé los estudios, descubrí que todavía no quería irme», relata.
Y aquí sigue. Un nuevo máster -esta vez sobre perfiles de las víctimas- le mantuvo ligado a Euskadi. «Realmente, me siento cómodo. Tengo buenos amigos aquí y jamás me sentí discriminado. Aunque uno quiera mucho a su tierra, está bien conocer algo más, aprender de las cosas buenas que existen en otros lugares», reflexiona. De ahí que, dos años después de haber venido, Alfonso se esté planteando homologar su título universitario y encarar un doctorado en Derecho.
«La vida universitaria es muy dinámica y te mantiene activo. Lo duro llega después, cuando piensas en lo que dejaste atrás y los que están lejos», matiza con la voz pausada. Toda su familia está en Colombia. «A veces te asaltan las dudas, quieres estar en ambos sitios a la vez. Aunque seas una persona optimista, por momentos sientes que tu vida está partida en dos», añade. Sin embargo, y como él mismo reconoce, nadie le obligó a venir ni a quedarse. «Fue una decisión personal, y resultó difícil por lo que implicaba desde el punto de vista de los afectos, pero yo lo elegí. Era mi sueño... Una vez que te lanzas al abismo, sigues».
Alfonso compagina los estudios con su trabajo como administrativo en la asociación hispanolatinoamericana Ahislama, la misma que este año coordina el festival Gentes del Mundo. Desde allí subraya la enorme riqueza multicultural que existe en la capital vizcaína. «Es una suerte conocer personas de distintos lugares, saber de primera mano cómo son sus países, sus costumbres; cómo piensan, en qué creen».
Concurso de cortometrajes
Dentro de las muchas actividades que se desarrollarán entre el 14 y el 20 de septiembre en el marco de este festival, Alfonso destaca una por original, participativa y novedosa: un concurso de cortometrajes realizados con teléfono móvil. «Es un certamen abierto a todo el que quiera participar, independientemente de su nacionalidad. La idea es que envíen grabaciones de hasta tres minutos de duración que hayan sido realizadas con la cámara del móvil», explica. El tema propuesto para esta edición es la interculturalidad. «Los mejores cortos se van a proyectar durante el festival, y habrá premios», adelanta Alfonso, mientras repasa una carpeta llena de folios e información.
Las actividades previstas son muchas, hay datos de todo tipo y no es fácil memorizarlo todo. «Las últimas semanas han sido una locura -confiesa-. Hay más de setenta asociaciones de inmigrantes organizando este festival, así que es fácil imaginar la cantidad de gente que participa. Además, habrá eventos para todos los gustos». La lista es larga. Talleres para niños, danza, música, gastronomía, pintura, fotografía... «En lo personal, creo que es una excelente oportunidad para que cada uno muestre a los demás su cultura, su saber, de dónde viene; aquello de lo que se siente orgulloso. Para ver lo negativo, ya está la televisión», concluye el abogado.
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