10.7.04

Suspiros de la Plata

Colonia del Sacramento. La única ciudad uruguaya de origen lusitano es una rareza declarada Patrimonio Histórico de la Humanidad

Dicen los morbosos que por aquél sitio caminaban los condenados a muerte antes de ser fusilados junto al río. También se ha dicho que allí trabajaban las mujeres de ‘vida fácil’, aunque esta idea la rescatan, claro, los amantes del colorismo. Unos y otros intentan explicar a su manera por qué la Calle de los Suspiros lleva ese nombre, pero no consiguen ponerse de acuerdo. Los más rigurosos sostienen que se llama así por el silbido del viento, que sopla de un modo especial debido la posición de la calle. Pero esa es una idea demasiado científica para un lugar de fábula como Colonia del Sacramento.

A dos horas de Montevideo y 45 minutos en barco de Buenos Aires, esta joya de la historia iberoamericana es un buen lugar para desconectar el móvil y sumirse en el ensueño del siglo XVIII, en la atmósfera de las enaguas y los patios floridos con aljibes azulejados. Colonia del Sacramento es la única ciudad uruguaya que fue fundada por portugueses, y eso la ha convertido en un sitio diferente y extraño, por historia y por aspecto. Sus callejuelas angostas están hechas de piedras con forma de cuña y tienen un trazado irregular que le huye a los ángulos rectos.

Las imágenes que más la caracterizan suelen hacer foco en la Puerta de la Ciudadela, con su puente levadizo, y en las viejas farolas de hierro forjado que alguna vez supieron iluminar los paseos nocturnos de sus primeros habitantes. Pero, sin duda, la instantánea que más justicia le hace es la que capta las bellísimas puestas de sol en el Río de la Plata, el más ancho que existe en el mundo.

Por curiosidad o por casualidad, son miles los turistas que la visitan cada año. Y la mayoría comprende su esencia después de recorrer puntos obligados como el faro, el convento de San Francisco, los diferentes museos y una plaza de toros de estilo morisco tan peculiar como su propia historia, ya que sólo alcanzó a albergar ocho corridas (oficiales) antes de que el toreo fuera prohibido en el territorio nacional.

Los visitantes llegan en busca de una paz que encuentran enseguida, y esa es quizás la paradoja más grande de este lugar, porque Colonia del Sacramento fue pensada para la guerra. Su privilegiada ubicación en una península natural la transformó en objeto de deseo para la corona portuguesa y también para la española, que se disputaron su propiedad durante siglos. Sin embargo, no hace falta ser historiador para saberlo.

Una mirada atenta a sus construcciones permite advertir de inmediato aquél trasiego de influencias. La Iglesia Matriz –la primera que se construyó en Uruguay– es el mejor ejemplo. Las destrucciones causadas por los enfrentamientos y las reconstrucciones hechas al gusto del gobernante de turno hacen que sus paredes puedan ser leídas como el libro de historia más eficaz. Lo mismo sucede con el resto de las casas de distintos estilos que hoy conviven en armonía.

Detenida en el tiempo, pero muy cerca de los placeres de la modernidad, la ciudad es un refugio para empaparse de belleza histórica y natural. Para conocerla hay que disfrutar de sus pequeños hostales de época, cuidadosamente restaurados para preservar el encanto del ayer, y de su oferta gastronómica tradicional. El país ganadero sirve en bandeja la carne de ternera, acompañada por morcillas de todo tipo, chorizos de cerdo y mollejas asadas, al punto, con sal y limón. Lo único que no se come de la vaca –suelen decir los lugareños– es el cuero. Y hasta eso se emplea, pero como alfombra, en la sala de muchos.

Un despliegue variadísimo de casquerías es lo que constituye una parrillada a la vieja usanza, con leña seca de monte ardiendo en lo alto y brasas incandescentes bajo el asador. Para beber, vino y cerveza. Pero no podrá decir que ha estado en Colonia quien no haya probado la grapa y la caña acodado en la barra de algún bar. Tabernas y restaurantes comparten el gusto de mostrar el sazón rioplatense. Del resto se encarga el oído, al sentir alguna guitarra sonar en la noche, y el ambiente, que invita a disfrutar de la cadencia inigualable que tienen los paseos tranquilos por la tarde junto a la orilla del río.

Para conocer Colonia de verdad, es necesario hacer dos cosas. Una de ellas, la más infantil, pararse en el centro del coso taurino para jugar con los ecos. La segunda, más espiritual, tomarse
un tiempo para pasear por la mágica Calle de los Suspiros. Y suspirar.

No hay comentarios: